Y el sol salió a los 80 minutos de partido, a las 14.40 de un día que había empezado gris, pero que no impidió que centenares de hinchas celestes con los rostros pintados y con todo el cotillón poblaran desde temprano poblaron la esquina de la céntrica 18 de julio y Ejido para seguir el partido en las pantallas gigantes del Impo.

Pero apareció Godín y finalmente la "celeste", hoy de blanco, hizo estallar el grito de gol frente a la intendencia y en las pizzerías de enfrente, donde desde temprano las cervezas más conocidas del país ofrecían 2x1 en sus productos, y hasta en la Universidad de la República, donde había otra pantalla.

Estalló el grito también a unas cuadras, en el Mercado Agrícola, donde Lorena ofrecía en la previa sus helados sabor "celeste", y los puestos de café acompañaban las bebidas con mouse de coco, obviamente, "celeste".

Las calles estaban vacías desde temprano. Banderas de Uruguay era lo único que se veía en las calles, que luego poblaron Montevideo con los gritos de las ventanas.

Los colectivos habían modificado sus recorridos: nadie quería interferir en la fiesta que todos soñaban y que se armaba en el Impo, a esta altura una suerte de talismán, recordaba Roberto Cardozo, que aseguraba haber vivido en esa pantalla el "histórico" Sudáfrica 2010 y la Copa América 2011.

Por eso desde temprano nadie más circulaba por la capital uruguaya: hasta el Banco República había anunciado que recién abría sus sucursales a las 15.30.

Los empleados municipales que no estaban en la explanada con la multitud encontraban el consuelo en los televisores que, mostraban las notas pegadas en las columnas, la Intendencia les había permitido llevar para la ocasión.

El optimismo estaba en todos: será que por eso Carlos había hecho un buen stock de banderas y gorros que vendía frente a la Intendencia, entre 5 y 15 dólares cada una.