Como ya hizo el Congreso la semana anterior, los senadores españoles aprobaron con mayoría aplastante la ley autorizando la abdicación de Juan Carlos I, dejando vía libre para la proclamación de su hijo, prevista el jueves.

El rey saliente, de 76 años, presidió este martes junto a la reina Sofía su penúltimo acto oficial, un desayuno en su residencia del palacio de la Zarzuela con algunos invitados como el jefe de gobierno Mariano Rajoy.

El último acto como monarca será la firma de la ley de abdicación en una ceremonia en el Palacio Real de Madrid que debe ser "un acto muy solemne y corto, en el que no está previsto que haya palabras", señala la Casa Real.

El texto de ley, votado por los diputados el 11 de junio, fue aprobado sin problemas en el Senado con 233 votos a favor, 5 en contra y 20 abstensiones gracias a la amplia mayoría fraguada con la coyuntural alianza entre el conservador Partido Popular en el poder y la oposición socialista.

Una vez firmada la ley y publicada en el Boletín Oficial, entre el miércoles y el jueves, el príncipe Felipe se convertirá oficialmente en el nuevo rey Felipe VI.

Su mujer, la princesa Letizia, de 41 años, se convertirá en la primera plebeya en convertirse en reina de España mientras que la pequeña Leonor, con solo ocho años, pasará a ser la princesa heredera más joven de la realeza europea.

Este proceso sucesorio es inaudito en España desde la transición democrática iniciada en el país al morir el dictador Francisco Franco el 20 de noviembre de 1975 y liderada por Juan Carlos.

Casi cuatro décadas más tarde, desgastado por problemas de salud y varios escándalos, el monarca anunció el 2 de junio su decisión de abdicar para dejar paso a una "nueva generación".

En el trono, su hijo encontrará la delicada misión de renovar una monarquía desacreditada y de preservar la unidad nacional amenazada por el independentismo en Cataluña y, en menor medida, en el País Vasco.

Con uniforme de gala militar y con el fajín rojo de capitán general de los ejércitos, Felipe jurará el jueves fidelidad a la Constitución de 1978 en una sobria ceremonia laica ante diputados y senadores en el Congreso.

Una vez proclamado rey, presidirá un desfile militar y cruzará en coche el centro de Madrid hasta el Palacio Real donde, junto a Letizia y sus padres, saludará desde el balcón a los ciudadanos.

Será el único momento en que se deje ver el rey Juan Carlos, que no asistirá al Congreso para ceder el protagonismo a su hijo. Tampoco estará en la recepción del Palacio Real con unos 2.000 invitados y embajadores extranjeros.

Motivo de esperanza para una monarquía cuestionada por la mitad de los españoles según los sondeos, la popularidad de Felipe se mantiene alta aunque su margen de maniobra es estrecho en un país donde la crisis económica, el elevado desempleo y la corrupción han desgastado la confianza ciudadana en sus instituciones.

Tras las manifestaciones bastante numerosas a favor de la república que acompañaron el anuncio de abdicación, la movilización ciudadana ha decaído y para el jueves solo hay convocadas unas pequeñas concentraciones, prohibidas por las autoridades.

"Este país necesitaba aire fresco, una nueva energía. El rey no tiene capacidad para cambiar nada pero puede reunir, puede acompañar, puede estimular", analiza José Apezarena, autor de un libro sobre la nueva pareja real publicado recientemente.

Una de sus principales tareas será abordar el conflicto de Cataluña y el referéndum de autodeterminación programado para el 9 de noviembre que pondrá a prueba la diplomacia del monarca, que habla catalán con fluidez y mantiene estrechos vínculos con la región.

AFP