Silvana Melo

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Hace 14 años de la sanción de la Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes. Y recién ahora se pone en marcha la figura del Defensor: será Marisa Graham, abogada, especialista en derecho de familia, ex titular del Consejo del Menor y la Familia, ex Directora de Niñez y Adolescencia del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Una trayectoria enorme para un rol monumental: "velar por la protección y promoción de los derechos consagrados en la Constitución nacional, la Convención sobre los Derechos del Niño y las leyes nacionales". Demasiado en tiempos en que la mitad de los niños del país vive en la pobreza, muchos sufren de tragedias ambientales, otros -o los mismos- sobreviven como pueden al paco y sucumben a la desprotección y a los ataques del estado (gatillo fácil y amenazas de baja en la edad de imputabilidad). En diálogo con EL POPULAR, Graham definió su desafío de base: que las niñas los niños y los adolescentes sean ciudadanos y estén en el centro de la escena. Además, sueña con ser la semilla de un cambio cultural. Para ese trabajo tiene cinco años por delante.

-Quince millones de niños y adolescentes en el país. Siete millones y medio son pobres. ¿Cuál es tu mayor desafío?

-Los desafíos son muchísimos. Las condiciones de vulnerabilidad se acrecientan en los sectores más empobrecidos. Si uno de cada dos niños, niñas o adolescentes es pobre, los desafíos se duplican. Lo primero que pretendemos es garantizar que haya prioridad en el tema presupuestario en relación con las políticas destinadas. Pero también es importante pensar en políticas más macro. De todas maneras creo que se pueden hacer cosas. Ver cuál es el presupuesto que se va a destinar a las áreas de protección, de salud, de educación, es un buen punto de partida. Después hay otras cosas que me interesa trabajar: cómo logramos que el sistema de protección a nivel nacional, provincial y local, cumplan con su rol. Tenemos un país federal y nuestras provincias tienen desarrollos desiguales en relación a cómo funciona el sistema de protección. Y esto no necesariamente tiene que ver con las más empobrecidas. Hay provincias del Noreste argentino (NEA) y del Noroeste argentino (NOA) que trabajan muy bien el tema de niñez y adolescencia. Pasa por ver cuál es el lugar que cada gobernación les da a los niños como ciudadanos y por lo tanto cuál es la relevancia que les dan a las políticas públicas y al presupuesto que se destina.

-En algunas provincias es muy dura la realidad de la maternidad niña, acceder a una Interrupción Legal del Embarazo (ILE) es muy dificultoso y la Educación Sexual Integral (ESI) inexistente. ¿Es uno de los temas prioritarios?

-Yo voy a poner el centro en la ESI. No sólo por la sexualidad adolescente sino porque es un instrumento para la prevención del abuso infantil. Hay algún gobernador que dijo "acá la ESI no entra" pero también hay familias que dicen "a mis hijos no les enseñen, les enseño yo". Creo que hay que discutir, conversar, persuadir a esas familias para que entiendan que no sólo hablamos de cómo ingresan los jóvenes a la sexualidad humana sino cómo la ESI tiende a la prevención del abuso, que es un grave problema. Nos sorprendemos con personas que parecen insospechadas como responsables de abuso en instituciones públicas o privadas pero también del abuso intrafamiliar. Entonces hay que enseñarles a los niños a establecer un compromiso ético con el cuidado de su propio cuerpo. La ESI bien dictada, con personas capacitadas, va a atacar ese tema. El desafío es cómo responsabilizar a los niños y niñas de su propio cuerpo y de su cuidado.

-Convertir a los niños en sujetos políticos, actuantes y protagónicos...

-Es que son ciudadanos. Ese es el quid de la cuestión. Yo insisto en que una sociedad tiene que decidir cuál es el lugar que los niños ocupan en ella. Si nos basamos en la Convención de los Derechos del niño, no sólo tienen que ser incluidos y tratados como ciudadanos sino que requieren del estado nacional, provincial y local una protección especial. Ese es el cambio cultural. Los defensores en el mundo desde Noruega, el primer país que lo puso en marcha, hasta acá siempre empiezan por reformar leyes. Nosotros tenemos muchísimas. Es reformar la legalidad, reformar las prácticas y sobre todo cambiar la cultura, que es lo más difícil.

-Uno de los temas preocupantes y con escasa agenda es la niñez sometida a las fumigaciones en las provincias donde el monocultivo ha prolongado la frontera agropecuaria y donde se pulveriza sobre las escuelas rurales y los niños. ¿Está entre los temas prioritarios el ambiental?

-Estamos haciendo un listado de litigios estratégicos. El rol de la defensoría según la ley 23.061 tiene facultades amplísimas para actuar en casos individuales y colectivos. En la Argentina hay una multitud de organismos que se dedican o deberían dedicarse a la protección de los derechos de los niños. El defensor de menores, el asesor, la asesoría tutelar, el sistema de protección, la guardia de abogados, organizaciones no gubernamentales que capacitan abogados del niño, un montón pero que tienen que funcionar sin superponerse ni solaparse porque si no tenemos niñeces intervenidas por 8 o 9 instituciones distintas y niños a los cuales el estado tendría que acceder para intervenir y no accede porque no llega nadie a ellos. Estas son las desigualdades y las inequidades que se presentan en el territorio. Creemos que no tenemos que superponernos. Al efecto de defensa técnica, el uso de agrotóxicos en una comunidad donde hay un montón de niños afectados en su salud, será posiblemente uno de los litigios de ese listado.

-¿Creés que uno de los problemas es que los chicos han estado fuera de agenda durante años?

-Cuando yo digo que el quid de la cuestión es decidir el lugar que ocupan los niños, hay ''corsi i ricorsi'', hay momentos en que están, otros en que salen. Pero generalmente están en la agenda cuando son víctimas y victimarios. En los medios se habla de chicos cuando se habla de cualquier tema. Si tiene un accidente es un menor que fue atropellado. Cuando le sucede algo grave se convierte en un menor.

-Y si es victimario ni hablar.

-Todavía hay determinados clicks que no se han dado y no se trata de un tema semántico porque a esta altura discutir paradigmas nos ha hecho también cosernos en nuestra propia salsa. No es sólo semántica, sino cuándo los chicos se convierten en noticia. Y qué lugar ocupan los niños, las niñas y los adolescentes en mi propia casa, en la escuela, en el club, en el espacio público. Y los niños empobrecidos en particular. Cómo se atiende a un niño bien vestido en una guardia hospitalaria y cómo a un niño en situación de calle en la misma guardia. Por ejemplo, en las poblaciones más vulnerables hay que poner la escuela más potente. Recursos materiales, simbólicos, los mejores maestros tienen que estar en esa escuela porque tenés chicos con un hándicap más complicado. Nosotros hacemos exactamente lo contrario. Esas cosas son las que quiero discutir con el ministerio de Salud, con el ministerio de Educación.

-Pero eso no es sólo directiva ministerial, sino tu desafío central: la cultura...

-Exactamente. Ha habido y sigue habiendo órdenes que bajan de Salud de la CABA y de alguna provincia, que hablan de la atención preferencial de niños y niñas en una guardia pero el director o el jefe de la guardia no cumplen con esa resolución. De la misma manera que me consta que hay directoras de escuelas que dicen en esta escuela no se imparte ESI. Entonces no sólo uno tiene que dialogar y generar mesas de acuerdo con los ministerios sino definir qué lugar ocupan los niños.

-Cuando un niño comete un hecho reñido con la legalidad, inmediatamente se desata la campaña a favor de bajar la edad de imputabilidad, como la panacea para calmar a la sociedad. ¿Qué rol esperás tener como defensora ante estos oleajes espasmódicos?

-Yo particularmente desde 1992 me opongo a la baja de edad de punibilidad. Se llame ley de protección integral, ley penal juvenil, niños en conflicto con la ley penal o ley de minoridad, no me importa. Me he opuesto sistemáticamente, y a veces en soledad, a la baja. Porque en esos años se hablaba de que para darles garantías a los chicos que supuestamente cometían delitos había que incursionarlos en el derecho penal y me opuse desde ese momento, cuando se planteaba la baja en la edad a los 12 años. Y sigo sosteniendo lo mismo. Si hubiésemos sustituido la 22.278 (Régimen Penal de la Minoridad vigente desde la dictadura) por una buena ley que no bajara la edad, hubiera salido hace un montón de años. Cada vez que queríamos hacer una buena ley sustitutiva aparecía la baja y se caía la ley. No se toma en cuenta el impacto diferencial que tiene en los niños. El Código Penal va dirigido a un grupo de niños y niñas. También desde el punto de vista de la seguridad, es un problema que los niños padecen.

-No es que la producen, sino que la padecen...

-Es un tema que la sociedad tiene que debatir seriamente. Decirle a la comunidad que bajar la imputabilidad va a bajar la inseguridad es mentir, está demostrado en el mundo que no es así. Y mientras un niño está cometiendo un delito grave hay miles de adultos cometiendo el mismo delito en ese mismo momento. Los delitos que cometen los chicos en general son los que llamamos bagatelares, contra la propiedad y en general sin armas. No sirve como solución para conformar a la sociedad. No sólo victimizás más a los chicos sino que no resolvés el tema.

-Otra tragedia que sufren los niños y adolescentes de sectores populares es la ligereza del gatillo de las fuerzas de seguridad. Es directamente el estado el que los apunta. ¿Sentís que hay acompañamiento social y oficial para luchar contra esta realidad?

-Es un tema que he combatido durante toda mi vida. Para eso hay que capacitar mucho para el tratamiento de los chicos, capacitar a las fuerzas de seguridad. Si la defensoría lograse lo que para mí es el desafío mayor, generar una suerte de autoridad institucional y ser palabra autorizada podríamos lograr algún click en la sociedad. Hemos iniciado campañas del buen trato hacia los niños con cierta repercusión. Poner sobre la mesa que los pequeños castigos cotidianos hacia los niños son una manera de ejercer violencia, tirarle del pelo, darle un chirlo, sacudirlo, mandarlo al rincón para pensar en la escuela, eso es maltrato físico y psíquico pero también es indigno. Hay que ir a un shopping un domingo de lluvia para ver cómo se maltrata a los chicos. Yo a veces me meto y les digo lo que pasa es que debe estar aburrido; hace tres horas que está acá, quiere hacer otra cosa más que verte a vos mirar perchas de prendas... más allá de eso, lo que vemos es que a los más chiquitos se les ejerce castigo físico. A medida que van creciendo, se cambia por el insulto, porque los adultos somos grandes pero no zonzos. Cuando ya tienen tu estatura, en vez de darle un chirlo o zamarrearlo, se le dice a una nena ''estás loca'' y a un varón ''sos un boludo'', que tiene que ver con los patrones culturales. Hay campañas que una puede hacer para volver a poner a los niños en el centro de la escena y este esfuerzo que hizo la bicameral y este concurso va en esa línea.

-Se concretó el nombramiento y es un paso enorme. Tenés cinco años para lograr la semilla de un cambio cultural. ¿Tenés expectativas de algo tan enorme?

-Sí... Para chiquitas me quedo en mi casa...