¿Para qué formamos una Nación? (l)
Habíamos visto antes que las personas se fueron agrupando en asociaciones como familias, luego políticas en tribus, hasta llegar a las sociedades complejas en que hoy vivimos, netamente ciudadanas. ¿Pero qué buscaban al agruparse? La conservación y prosperidad de sus miembros. Su defensa y alimentación. Entonces, según Rousseau, debiéramos reconocer que es la mejor organización aquélla en que aumenta el número de pobladores, en que los ciudadanos pueblan y se multiplican más; conseguido esto sin medios ajenos, en igualdad de condiciones, sin naturalizaciones, sin colonias.
Si lo preguntáramos al pueblo, cada uno respondería de acuerdo a sus propios intereses, descuidando el bien general. Unos alaban la tranquilidad, otros la libertad; unos la seguridad de las propiedades y otros de las personas; unos prefieren un gobierno severo y otros el más suave; unos quieren castigar el delito y otros prevenirlo; unos, que el país sea temido por los vecinos y otros, que sea ignorado; unos se alegran cuando el dinero circula y otros piden que el pueblo tenga pan. Lo importante debe ser siempre el bien general, para cualquier Estado, porque ese fue el fin de su aparición, del Contrato Social o Constitución alrededor de la que nos agrupamos.
La voluntad particular, obra contra la voluntad general y los gobiernos, contra la soberanía del pueblo. Con el tiempo, los gobiernos van oprimiendo al pueblo hasta romper el Contrato Social, es un vicio inherente e inevitable, como la vejez y la muerte.
Un gobierno puede concentrarse o disolverse. Se concentra al pasar de la democracia a la aristocracia y, de ella, a la monarquía. Hoy estamos en una aristocracia oligárquica. El gobierno deja de administrar según las leyes y usurpa el poder soberano, convirtiéndose en amo y tirano. También ocurre que el poder ejecutivo, el gobierno, usurpa a otro, a través de amenazas o dinero. Queda roto el pacto social, se aplica la represión para forzar a los ciudadanos, pero ellos ya no están obligados a obedecer a un tirano, que gobierna con violencia y sin respeto a la justicia y a las leyes.
Las cosas humanas, incluido el Estado, no duran eternamente. Lo que es válido intentar es darse una buena constitución que prolongue su vida todo lo posible. Pero un día, acabará y será reemplazado por otro u otros.
El pueblo soberano no tiene otra fuerza que el poder legislativo; ahí se expresa la voluntad general. Es en las Asambleas donde radica la soberanía popular. Cuanto más fuerza tenga un gobierno, más frecuentemente debe mostrarse el pueblo. Se dirá que esto es sólo válido para una sola ciudad. Sería lo ideal, parecida a la organización de ciudades-estados al modo de la Grecia antigua. Si esto no fuera posible, debe poblarse el territorio en forma pareja; eliminar la capital, cambiando alternativamente la residencia del gobierno; extender a todas partes idénticos derechos; llevar a todos la abundancia; construir una sociedad igualitaria y solidaria.
Cuando se reúna la Asamblea Popular o Constituyente, deben cesar o suspenderse las atribuciones del gobierno y todos los ciudadanos deben ser iguales, donde se encuentra el representado ya no hay representantes. Estas suspensiones le han resultado siempre terribles a los gobernantes.
Néstor Mineo