Daniel Puertas

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Más allá de la menor o mayor convocatoria de cada una de estas movilizaciones, lo cierto es que esta ciudad se ha incorporado definitivamente al mundo latinoamericano actual, donde las calles se han resignificado como espacio de lucha política.

No es que las manifestaciones callejeras sean una novedad para Olavarría, para la Argentina o para el resto del mundo, pero sí es evidente que crece el número de personas que están dispuestas a utilizar los espacios públicos para amplificar sus reclamos.

Las movilizaciones más importantes realizadas en Olavarría seguramente sean aquellas que exigían una seguridad pública más eficaz, ya que los manifestantes entonces se contaban por miles y no por centenares. De las últimas, una de las de mayor convocatoria fue, como en el resto del país, la que pedía la aprobación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, una iniciativa que triunfó en las calles pero perdió en el Congreso.

Como en la mayoría de las ciudades del interior, Olavarría fue siempre poco proclive a las grandes movilizaciones callejeras. Mucha gente prefiere acompañar reclamos moralmente desde su hogar antes que sumarse a quienes gritan sus reclamos en el espacio público.

Por eso, la multiplicación de marchas en la ciudad es un signo evidente de que se están produciendo modificaciones en los comportamientos colectivos.

La semana anterior también hubo un cruce entre las formas tradicionales de participación política y las más novedosas. El público que colmó el salón de la Sociedad Española para presenciar las deliberaciones del HCD estaba integrado por grupos de personas que canalizaban sus reclamos por la vía política institucional, aunque algunos de ellos ya protagonizaron manifestaciones callejeras.

Los ex conscriptos que piden un reconocimiento similar a los que combatieron en las Malvinas, los vecinos del barrio AOMA que desesperan porque les arreglen las calles y los afiliados a AOMA que quieren una rezonificación para poder construir su barrio llevaron su reclamo al cuerpo deliberativo y celebraron el apoyo de los concejales, aunque en principio este no tenga ninguna consecuencia directa.

La semana cerró con el abrazo al edificio de la estación del ex Ferrocarril Provincial organizada por la Mutual de Arte Popular Macondo que quiere que ese inmueble sea un centro de actividad popular y no una comisaría.

Entre otras cosas, esa manifestación más alegre que airada puso de relieve una notoria ausencia: la de un debate serio sobre el lugar donde debería instalarse una nueva sede policial.

En las tierras del Provincial ahora está el parque Eva Perón, donde cada fin de semana de buen clima se congregan centenares de personas para tomar mate, ver jugar a los chicos, charlar amablemente o tomar sol. Le sigue la estación y los galpones que hoy albergan los ensayo de una comparsa e inmediatamente después está el corsódromo.

En verdad, ubicar en el medio una comisaría no parece adecuado y sí lo es, indudablemente, un centro cultural. Esto surge de la aplicación simple de una lógica elemental, pero los urbanistas deben tener algo más fundamentado que decir al respecto.

Mientras no lo digan, está bien que Macondo se movilice a ese espacio público con la compañía de las comparsas y el candombe. Pero la discusión es necesaria.

Volviendo al espacio público como escenario político, uno de los interrogantes más notorios pasa por saber cuándo los manifestantes decidirán que es necesario agruparse para reclamar juntos, lo que evidentemente aumentará el número de personas en cada manifestación.

La semana pasada había universitarios gratamente sorprendidos por haber conseguido reunir unas seiscientas personas en su movilización. Esa cifra es similar a la que reunió la Multisectorial contra el Ajuste en su marcha contra los tarifazos.

Teniendo en cuenta que le reclaman al mismo, es decir, al Gobierno, no debería pasar demasiado tiempo hasta que lleguen a la conclusión que mientras más gente junten más fuerza tendrán sus exigencias. De ahí a la unificación sólo hay un paso.

Lo cierto es que parece que habrá que acostumbrarse a las movilizaciones callejeras. Esta forma de participación política que no será nueva pero da toda la impresión que es cada vez más importante.