Silvana Melo

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La desesperante desigualdad del mundo -y, en particular de los pies americanos que habita la Argentina- es germen de la violencia y de la incertidumbre -inseguridad para muchos- en este primer mes de 2019. A las puertas del 20% del siglo número veintiuno ya vivido y con el sabor amargo del fracaso humano en la transformación hacia la justicia, la Oxfam revela que en 2018 26 personas tenían la misma riqueza que los 3800 millones más pobres del mundo. Entre los 26, el mexicano Carlos Slim (propietario de Claro, entre otras cosas) tardaría 220 años en gastar su fortuna, en un despilfarro de un millón de dólares al día. Y en la Argentina de los 14 millones de pobres, siete de sus empresarios son parte de la lista selecta de los milmillonarios globales.

Estos números parecerían cifras colgadas con alfileres de una pizarra, si no tuvieran caras, historias, tierras y sangre. En este suelo, en el que estamos. No necesariamente en Haití o en Somalía.

La riqueza de los milmillonarios en el mundo se incrementó en 900 mil millones de dólares el año pasado, dice la Oxfam, un organismo humanitario que funciona en 90 países y que nació luego de la Segunda Guerra para luchar contra la hambruna (Si sigue existiendo es porque nada cambió). El aumento es de unos 2500 millones por día. Es imposible razonar una obscenidad semejante. Mientras tanto, la mitad de la humanidad -unos 3.800 millones- vive en la pobreza extrema y con menos de 5,50 dólares al día.

En la Argentina, de un año al otro, la pobreza aumentó 5 puntos (28,2 al 33,6%). Con 14 millones de pobres y un porcentaje hundido en el eufemismo de la "inseguridad alimentaria" lo que significa un millón y medio de niños con hambre. Datos que no surgen de la CTEP ni del Instituto Patria, sino de la Universidad Católica Argentina. Que era palabra santa cuando la culpa era de otros.

Brecha y privilegios

Pero el problema, en realidad, no es la pobreza en sí misma. Sino la brecha que separa a los más desgraciados de esta historia, de la mínima cúpula de privilegiados para los que trabaja el sistema. Casualmente, es la privilegiada la clase que gobierna. Y que siempre lo hizo. Algunas veces con más discreción, otras con descaro, como en estos tiempos donde las empresas han tomado las riendas del mismísimo estado.

Esa brecha aumentó casi un 20% en los últimos tres años. La síntesis del informe que elaboró el Centro de Estudios de Ciudad (CEC) de la UBA sostiene que "el 20% más rico vio crecer su renta en más del 170%, mientras que los más pobres -el 80% de menores ingresos- lo hizo entre un 140 y 150 por ciento".

La suba del dólar en más de un 250% en tres años, la disparada tarifaria que vuelve impagable cualquier factura de luz o de gas y la criminal suba de los alimentos -en este ítem se evaporan los ingresos de los más pobres y por este ítem se extienden la mal nutrición y el hambre- ha sido un mazazo a la calidad de vida de gran parte de la población argentina y un camino acelerado en el empobrecimiento de centenares de miles de familias.

Agua y escuela

La desigualdad brutal no es sólo el gráfico de barras. Es la columna de pueblos originarios que viaja de San Antonio de los Cobres a Salta capital pidiendo agua no contaminada. Mientras la Barrick Gold gasta, en la mina de oro y plata Veladero, en San Juan, más de 110 litros de agua por segundo, el equivalente a 9 millones y medio de litros por día. Para lixiviar el oro que, hoy por hoy, no parece tener otro uso que la acumulación de riqueza.

La desigualdad es AySa o la Obras Sanitarias cooperativizada de Olavarría, cobrando el agua como si fuera un artículo suntuoso.

La desigualdad son los niños del barrio El Progreso, alumnos durante pocos años de escuelas olvidadas, que no tendrán nunca la misma calidad educativa que los chicos de barrios San Vicente o Mariano Moreno. O los wichis que tomaron una escuela en la comunidad Misión Chaqueña pidiendo una directora de su pueblo. Porque los maestros no hablan la lengua de los alumnos. Y no se entienden con ellos. Ellos nunca podrán llegar a una universidad. Como tampoco los del conurbano sur, condenados por origen desde el poder político bonaerense.

Dice la Oxfam que el 1 % por ciento de las estancias más grandes de América Latina acapara la mitad de la tierra agrícola. En cambio, el 80 % de las fincas, de las chacras, sólo rasguñan el 13% del territorio. En Argentina, el 1 % de las estancias -muchas de ellas en manos de extranjeros- concentra el 36% de la tierra. El resto está acorralado por el monocultivo, la tala y el modelo productivo que impone la concentración.

En este contexto, en el mundo tan sólo 4 centavos de dólar que se recaudan a través de tributos corresponden a impuestos sobre la riqueza. En muchos países, dice Oxfam, el 10% más pobre dedica a los impuestos más porcentaje de sus ingresos que el 10% más rico.

La Argentina ha exhibido desde la dictadura en adelante una política tributaria regresiva que ha castigado a los menores ingresos y liberado de cargas y presiones a los que deberían ser grandes contribuyentes. La irrisoria carga impositiva que el menemismo dejó para las megamineras que explotan los recursos no renovables del país y se llevan sus ganancias casi intocadas, es un ejemplo obsceno. La abolición por parte del gobierno actual de las retenciones a las exportaciones agrícolas es una señal indiscutible. Y no varía con aquella imposición mínima -4 pesos por dólar- y que se licuará con el tiempo que reeditó a la manera de retención cuando la crisis despeinaba el modelo como para siempre.

Dice Oxfam, hablando del mundo: "cuando los Gobiernos conceden beneficios fiscales a las grandes empresas y las personas ricas, hay menos dinero para servicios básicos como la educación y la sanidad, lo que incrementa la desigualdad y la pobreza". Y parece que hablara de por acá.

Salud y mujeres

Es incontable la cantidad de gente que muere diariamente en la Argentina por no acceder a la salud. En primer lugar, por no poder habitar espacios que no enfermen. La desigualdad es no tener otra alternativa que vivir en zonas de contaminación con residuos químicos, cerca de basurales, en la vecindad de cultivos fumigados. El cáncer, las enfermedades respiratorias y el retraso en el desarrollo cognitivo de los niños alejarán a esas poblaciones de una calidad de vida de la que sí gozan los ciudadanos de los countries que han transformado los humedales en sus lagos privados y generan inundaciones en espacios vecinos como sucede en Luján.

Desigualdad es convertirse en madre a los 12 años, en una provincia feudal, violada por un vecino, en el contexto de un estado que ignora la pobreza y elige desconocer derechos que van a cumplir un siglo como el aborto en caso de violación y de peligro de la vida de la potencial madre. En síntesis: una nena, sojuzgada por la indiferencia estatal, ultrajada, rehén de las discusiones políticas, obligada a parir y a ver morir a un bebé de 700 gramos que la intimaron a reconocer. Con la actuación estelar del ministro de Salud jujeño, que publicitó su intimidad sin vergüenzas y de su Gobernador, que buscó una familia rica y blanca para el niño que obligaron a nacer.

Nada de esto hubiera sucedido en una familia pudiente de capital, con los recursos suficientes para interrumpir el embarazo sin necesidad de acudir a la salud pública y a sus objetores de conciencia.

Dice la Oxfam que los hombres acumulan un 50% más de la riqueza mundial que la mujeres y controlan el 86% de las empresas.

La desigualdad es profundamente sexista. "El trabajo de cuidados ejercido por mujeres equivale a diez billones de dólares anuales de la economía mundial". En la Argentina fueron las mujeres las que tomaron las riendas de sus hogares cuando la voluntad de sus maridos sucumbió a la crisis del macho proveedor desempleado de los 90. Hoy hay un femicidio cada 30 horas. Las mujeres y los niños son los que más abultan las cifras de la pobreza. Eso es desigualdad.