Daniel Puertas

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En el nuevo escenario, la ultraderecha adquirió un poder que augura nuevos conflictos de improbable resolución inmediata, especialmente porque las condiciones que lo generaron persistirán por mucho tiempo. La ultraizquierda también se quedó con parte de lo que perdieron socialdemócratas y conservadores moderados, pero su avance no alarma tanto como los diputados disimulada o descaradamente nazis que se sentarán en los escaños del Parlamento europeo.

Los primeros perjudicados serán los inmigrantes africanos que han invadido Europa en los últimos años, ya que la bandera común de la ultraderecha fue ponerle freno a ese aluvión de desesperados que buscan un lugar más amable en el mundo, pero, como ocurre siempre, los vientos ultras soplarán en todo el mundo, como simple brisa o como turbonada glacial capaz de congelar la paz por largo tiempo.

Es difícil hoy arriesgar pronósticos sobre el rumbo de los acontecimientos en el futuro inmediato, pero lo que ya parece fuera de duda es que toda una etapa en la historia de la civilización quedó clausurada y se ha iniciado otra de destino incierto.

Los historiadores del futuro quizá pongan como fecha clave del fin de la época la caída del Muro de Berlín, cuando comenzó la implosión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En ese momento concluyó el mundo bipolar que nación con el fin de la Segunda Guerra Mundial. El derrumbe comunista dejó al capitalismo como amo y señor del mundo, se fantaseó con el fin de la historia y la hipótesis de conflicto de los teóricos de la estrategia pasó a ser el choque de civilizaciones: el Occidente cristiano versus el islam.

Rápidamente, un capitalismo sin oposición comenzó a devorarse a sí mismo persiguiendo la quimera de delirio de engendrar dinero a partir del dinero y los Estados Unidos, dirigidos por mediocres bien que ambiciosos líderes políticos, llevaron a su país a desangrarse en guerras sin sentida jugando a copiar la República imperial de la antigua Roma.

Los especuladores vampirizaron las economías de sus propios países, sumieron a centenares de millones de personas en una pobreza apenas disimuladas por la tecnología y el confort adquiridos en la época del consumo desenfrenado y presidentes y primeros ministros atónitos se encontraron ante problemas para los que no tienen ni los conocimientos ni la capacidad ni el coraje suficientes para resolver.

En Grecia, el primer país destruido por la especulación sin límites, la izquierda anticapitalista ganó las elecciones europeas. Y el tercer puesto fue para Amanecer Dorado, que se dice ultranacionalista pero no neonazi, aunque uno de sus líderes exhibe con indisimulado orgullo una cruz esvástica que lleva tatuada.

Francia, bastión de la tolerancia y faro de la cultura, tuvo como ganador al Frente Nacional de Marina Le Pen, hija de Jean Marie, fundador del partido y autor de la novedosa propuesta de usar al letal virus del Ebola para terminar en tres meses con el "problema" de la inmigración africana.

Los neonazis lograron un diputado en Alemania, donde Angela Merkel fue uno de los dos líderes europeos -el otro fue el español Mariano Rajoy- en conseguir un triunfo, magro, pero triunfo al fin.

En España, el PP ganó, pero por poco, seguido por el PSOE y la IU, pero todos con un caudal de votos que anduvo por la mitad de lo normal, hecho que ya se cobró la cabeza del socialista Alfredo Pérez Rubalcaba. Podemos, la agrupación que surgió de los "indignados", obtuvo un sorprendente cuarto lugar.

Mientras las estructuras políticas tradicionales crujen en Europa occidental, la guerra civil se profundiza en Ucrania con Donetsk directamente enfrentado a Kiev y abre un serio interrogante respecto del momento en que una envalentonada Rusia decidirá intervenir en forma directa y reivindicar sus aspiraciones de superpotencia.

En tanto, los líderes latinoamericanos bien harían en comprender que el mundo está demasiado cerca y que hoy por hoy el futuro de la región depende menos de las cuestiones internas que de lo que está ocurriendo a miles de kilómetros de distancia.

Si Moscú se puso en marcha para reconquistar territorios que tuvieron los zares primero y después los jerarcas del Partido, Washington no querrá ser menos. Y para la gran potencia del Norte, América Latina sigue siendo su "patio trasero", como recordó John Kerry con escaso tacto diplomático pero con evidente franqueza.

Si ya está poniendo en práctica una maniobra para volver a Venezuela al redil es sólo cuestión de tiempo que actúe desembozadamente contra la Unasur, el banco latinoamericano y todas esas ideas autonómicas que impulsaron tres líderes, dos de los cuales están muertos y el tercero hoy sólo cumple el rol de gran elector en Brasil.

En los próximos años, estos movimientos en el seno del capitalismo marcarán de una u otra forma todo lo que ocurra en esta parte del mundo.

Hay que asumir que el mundo que conocíamos dejó de existir y que, para bien o para mal, se está construyendo otro.