Daniel Puertas

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El resto es una suma de especulaciones, conjeturas y rumores que corren velozmente por la ciudad y llegan incluso a los medios nacionales, donde terminan adquiriendo un tono de verosimilitud tal vez inexacto. El telón de todos los relatos es más firme, más claro y seguramente más alarmante para muchos olavarrienses que pasaron por los años de plomo con más tranquilidad y tal vez con menos conciencia de la tragedia que devastaba el país, pero que ahora, de una u otra manera, se encuentran ante la posibilidad de rendir cuentas ante una sociedad, que ya no es la misma, por su amistad con los amos de aquella época cruel.

"Pancho" Aguilar era amigo de algunos de los militares de aquellos tiempos más que por afinidad ideológica, aunque esta no dejaba de estar presente, por compartir con algunos de ellos la pasión por los caballos, según los testimonios de quienes lo conocían.

Aunque en los noventa fue ferviente menemista y luego candidato a concejal por Unión-Pro, en los setenta ocupó cargos en entidades como la Sociedad Rural o el Club Estudiantes pero no cargos en el Estado de la dictadura.

Según todas las fuentes, sus vínculos con el tristemente célebre Proceso de Reorganización Nacional no eran distintos de los que tenían otros vecinos de esos a los que se definió tradicionalmente como "caracterizados".

Ni siquiera firmó en 1984 aquella solicitada reivindicando al entonces general Aníbal Ignacio Verdura cuando la filial local de la APDH intentó frenar su ascenso acusándolo de asesino, torturador y secuestrador, cargos por los que será juzgado a partir del 22 de septiembre.

Los testimonios de los padres adoptivos de Ignacio Hurban o Guido Montoya Carlotto podrán testimoniar si realmente recibieron de manos de su patrón el bebé que les permitiría ser padres a pesar de que eso se los negaba la naturaleza, pero es improbable que alguien pueda atestiguar que él conocía el origen de ese niño.

Hasta aquí, el matrimonio Hurban no se ha pronunciado públicamente al respecto, y también han descartado hacerlo, por el momento, los familiares de Aguilar consultados por este Diario.

Además, cualquier acción penal en su contra ya está extinguida por la simple razón de que está muerto. Un signo de que podría realmente saber de dónde venía el bebé sería la versión, ciertamente verosímil, de que pidió que nunca revelaran que el niño era adoptado hasta que él no hubiera muerto, tal como ocurrió.

Pero tales conjeturas aún no tienen, y quizá nunca lo tengan, el carácter de verdad judicial.

El militar más mencionado como posible entregador del niño también está muerto. Para seguir esta hipótesis habría que saber quién entregó el bebé al productor agropecuario y conocer el porqué. Se puede especular con que un comentario casual sobre la pareja de campesinos que no podían tener hijos movió a uno de los amigos uniformados a decirle algo así "ah, eso yo te lo arreglo fácil", con lo que no sólo daba una prueba de amistad sino también de poder, del carácter de ser uno de los dueños de la vida y la muerte es sólo eso: una especulación.

Otra cosa es la situación del médico que firmó el certificado de nacimiento. Si todavía vive, él sí deberá responder ante la Justicia por su participación en una maniobra que siempre fue ilegal, aunque no con la severidad de la sanción penal que hoy contempla la ley.

Aunque hay un nombre que se repite en las versiones, nadie está en condiciones de confirmarlo por ahora. La partida de nacimiento está celosamente resguardada en el Registro de las Personas hasta el momento en que deba ser entregada a la Justicia.

También se mencionan otros nombres, pero eso parece tener más que ver con la propensión que se adjudica a algunos profesionales de obviar los trámites burocráticos de adopción prestándose a blanquear con su firma entrega de niños de una madre a otra mujer, a veces a cambio de una suma de dinero, a veces gratis.

Si la mitad de los rumores sobre quiénes "repartían bebés" en los setenta fueran ciertos, se daría la particularidad que buena parte de los casi 400 nietos pendientes de recuperar su identidad fueran o hubieran sido vecinos de Olavarría.

Sin embargo, también sería en verdad muy difícil que sólo Ignacio-Guido fuera el único hijo de desaparecidos que llegó a esta ciudad. Eso ya lo sospechaban los organismos de derechos humanos locales en base a denuncias y testimonios todavía pendientes de confirmación, pero con la conmoción generada por la aparición del nieto recuperado número 114 aparecieron nuevas denuncias, algunas anónimas, otras no, con ciertos visos de verosimilitud.

Los datos que fueron recibidos por los organismos de derechos humanos ya fueron enviados a las Abuelas de Plaza de Mayo, por lo que no pueden descartarse novedades en el futuro.

Más allá de la búsqueda imprescindible de aquellos a quienes la dictadura les robó no sólo los padres sino también la identidad, en Olavarría se ha generado un clima muy particular respecto de la memoria, una ansiedad inédita por la verdad y una expectativa considerable por la justicia, precisamente a poco más de un mes del primer juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos en Olavarría.

No sólo los medios comienzan a intentar reconstruir la historia de la Olavarría de los años de plomo y los vínculos entre civiles y los centuriones sangrientos de la dictadura sino que se ha instalado el debate en las redes sociales.

Por eso el juicio donde se juzgará la conducta del ex general y jefe del RC Tan 2 Aníbal Ignacio Verdura, el "Vikingo" Walter Jorge Grosse, supuesto responsable de inteligencia del Ejército en la región durante los años de plomo; a Horacio Leites y el ex director de Control Urbano de la Municipalidad, Omar "Pájaro" Ferreira, tendrá un interés mucho mayor al que se esperaba hasta hace pocos días atrás.

Si antes había muchos que sostenían la necesidad de dejar rápidamente atrás el pasado, ahora parecen ser más los convencidos de que sin memoria no hay futuro.