Daniel Puertas

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  Siempre había asegurado que no iba a cambiar de rumbo, pero esa medida fue equivalente al incendio de los barcos de Hernán Cortés: ya no hay retirada posible.

Pero al mismo tiempo le estrechó el espacio para maniobrar a todos los sectores de la oposición, por lo que hoy todos los actores políticos están representando un guión del que prácticamente no pueden salirse, lo que a algunos de ellos, los que están acostumbrados a tomar sus decisiones recién cuando las cosas se decantan, los complica demasiado.

Como ocurre casi siempre, los más incómodos son los que habitualmente se mueven por el medio, tratando de mantenerse equidistantes para recién elegir el lado hacia el cual inclinarse cuando el viento lleva ese rumbo.

Los sindicalistas que se ubicaron junto a Hugo Moyano y las CTA en el nuevo Frente Sindical decidieron oponerse frontalmente al Gobierno y cualquier retroceso los obligaría a pagar un costo político muy alto, por lo que lo más probable es que vayan intensificando sus luchas, lo que enrarecerá más todavía el clima que se respira en el país.

El ala dialoguista es uno de los sectores a los que se les achicó sustancialmente el terreno para moverse, ya que si mantienen la prudencia que tuvieron hasta ahora corren el riesgo de quedar demasiado pegados a Cambiemos. Pero si levantan las banderas de la combatividad no sólo pueden cortar definitivamente sus lazos con el Gobierno sino que corren el riesgo de que su poder se diluya y queden absorbidos por los más duros.

El kirchnerismo seguramente continuará representando la oposición más cerril a Cambiemos y defendiendo su modelo, que tuvo doce años para ser evaluado por la gente, rol que probablemente se afiance más al incorporar a figuras como el propio Hugo Moyano y el dirigente social cercano al papa Francisco Juan Grabois.

Evidentemente, el mundo K está cómodo en ese rol, pero tampoco puede abandonarlo. Es otro de los sectores que no tiene margen para apartarse de su camino.

Más difíciles son las decisiones para los llamados peronistas racionales,que deben meditar cuidadosamente cada movimiento para eludir el riesgo de quedar demasiado unidos al Gobierno o excesivamente cercanos a la oposición dura.

Y, más difícil todavía, mostrarse como alternativa válida a Cambiemos y al kirchnerismo. Las épocas de crisis suelen ser poco favorables para moverse por la avenida del medio, que hoy por hoy no parece demasiado ancha.

El radicalismo, uno de los grandes protagonistas de los acontecimientos del país durante más de un siglo es otro de los que no tiene demasiado espacio donde moverse. Las autoridades partidarias decidieron atar su suerte a la del PRO y ahora la mayoría de los boinas blancas no pueden salirse de ese rumbo.

Y los que nunca estuvieron muy de acuerdo con formar parte de Cambiemos ven con amargura como se diluyen sus sueños de conformar el gran partido socialdemócrata argentino. Reeditar la experiencia de Unen, buscar otra alianza con los socialistas, parece ser más una aspiración sin fundamento que una opción válida, para desdicha de Margarita Stolbizer o Ricardo Alfonsín.

Claro que ese es el panorama actual, cuando todavía hay demasiadas cosas pendientes de definición y nadie sabe cuál será el paisaje dentro de apenas muy pocos meses, especialmente cuando el conflicto social va creciendo en intensidad.

El presidente Mauricio Macri anunció que los próximos meses serán para "poner el hombro", una manera de decir que las dificultades se prolongarán en el tiempo. En tal contexto, es de esperar que aumenten los conflictos gremiales, ya que el Frente Sindical concentra a varios sindicatos dispuestos a embarcarse en un plan de lucha, detalle que puede ser significativo en un momento en que deben reabrirse algunas negociaciones paritarias.

Hoy la fecha de las elecciones presidenciales parece dramáticamente lejos por los problemas de la coyuntura, pero están muy cerca. En ese momento el electorado deberá tomar otra decisión: conservar el rumbo actual o elegir un cambio brusco.

En realidad, parte de esa posibilidad depende en buena medida del contexto internacional, ya que no son pocos los ejemplos de partidos que acceden al poder con promesas de cambiarlo todo pero luego no pueden resistir las presiones eternas. Grecia, otro de los países ajustados, es un buen ejemplo, ya que a pesar de un cambio de gobierno se vio obligado a cumplir las recetas ortodoxas del FMI y la Unión Europea.

Pero la Argentina siempre, para bien o para mal, resolvió generalmente sus asuntos a su manera. Quizá el 2020 encuentre al país en una nueva mutación, una más de las tantas que hemos sufrido en la historia.