Esto hace que quien tenga un problema tecnológico y capacidad para traducir el conocimiento disponible en una solución puede apropiarse de estos resultados para sí mismo, explica Codner. "En este sentido, la propiedad intelectual genera mejores chances de apropiación local, tanto de los esfuerzos de investigación científica como de los esfuerzos innovativos de las empresas locales".

En 2012, una investigación conducida por Codner, publicada en The Journal of Technology Management & Innovation, presentó resultados de una investigación que buscaba comprender si los trabajos científicos (papers) de investigadores en biotecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) tenían un valor tecnológico que la propia institución no había podido evaluar. La hipótesis es que, si tenían valor, estarían presentes en patentes de terceros. "Efectivamente, comprobamos que varios resultados de investigación fueron utilizados por empresas extranjeras para desarrollar tecnologías propias", afirma Codner. "A este fenómeno lo llamamos transferencia tecnológica ciega".

Afortunadamente, dice Codner, "tomamos cartas en el asunto y al día de hoy en la UNQ tenemos 15 invenciones y medio centenar de patentes en el mundo. Algunos desarrollos se emplean para tratar enfermedades humadas y del ganado."

Frente al argumento de que una política de open access (acceso libre) también puede beneficiar a la Argentina en sentido inverso, Codner responde que esto es prácticamente imposible por las condiciones desiguales en cuanto a capacidades productivas del mundo desarrollado y el de un país en vías de desarrollo para convertir esos resultados en productos transferibles al mercado. "En este sentido, me parece que es importante proteger tempranamente los resultados de la inversión pública en ciencia y tecnología", dice.

Para concretar proyectos de innovación científica y tecnológica, la Fundación Instituto Leloir celebró en 2006 un convenio de representación exclusiva con Inis Biotech, que actúa como unidad de vinculación tecnológica, e impulsa la creación de empresas, el licenciamiento de patentes y el desarrollo biotecnológico a partir de los avances logrados en los laboratorios del Instituto.

Su gerente general, el doctor Santiago Sanguineti, señala que cuentan con ocho patentes licenciadas. "Concientizar a los investigadores y a las empresas sobre las oportunidades que genera la unión del conocimiento y la industria es un trabajo de todos los días", afirma. "En nuestro país, el capital de riesgo destinado a proyectos de innovación suele estar en su mayoría a cargo del Estado, mientras que en Estados Unidos y varios países de Europa, el componente privado es mucho mayor: las empresas saben que si no innovan, no sobreviven".

De acuerdo con Sanguineti, es muy positivo y alentador que el Conicet haya decidido evaluar a los investigadores no sólo por sus trabajos publicados, y otros criterios, "sino también por su participación en proyectos de transferencia tecnológica".

Algunos investigadores se han entusiasmado tanto que han creado sus propias empresas de base tecnológica. "Este es un modo de asegurar y facilitar la transferencia tecnológica", subraya Codner.

La experiencia demuestra que aquellas empresas que innovan de la mano del trabajo de científicos y que han patentado proyectos exitosos le toman sabor a esta experiencia y "reinciden". "Es como un virus que contagia entusiasmo", destaca Villa. "Pero para que eso suceda, hay que conocerlo".