Sobre la lona roja de un cuadrilátero, bajo la luz de un único reflector, unos diez héroes enmascarados se aprestan a la lucha que libran cada domingo por la noche, alentados por la euforia y los gritos de los espectadores.

Un trepidante equipo de sonido anuncia el inicio de cada choque en la Corporación Triple A, una de las dos arenas de lucha libre que quedan activas en Guatemala, donde esta disciplina que combina arte, acrobacia -y un poco de humor- tuvo sus épocas de gloria.

"Dark Fire", "El Brujo", "Alto Voltaje", "La Cebra", "Tiger Junior" y "La Satánica" -única mujer en la arena- son algunos de los héroes anónimos cuya principal y más dura batalla no es imponerse uno sobre el otro, sino derrotar juntos el olvido.

Como sucede a la mayoría de los héroes encapuchados, su recompensa no está en el dinero, sino en la interacción con el público -reducido pero selecto- que vibra una y otra vez con un espectáculo que aparenta mucha más violencia de la que realmente contiene.

Corporación AAA monta su arena improvisada en un estacionamiento de vehículos en un callejón del centro histórico de la capital, sólo los domingos por la noche.

Sobre tablas de madera, sillas de metal o de pie, los fieles de la lucha libre celebran a los luchadores "técnicos", que suelen ser los buenos, y abuchean e insultan a los "rudos", a quienes toca el papel de malos.

"Nos venimos a distraer, es un espectáculo para toda la familia", explica a la AFP Ingrid Villalta, de 28 años, una ama de casa que todos los domingos acude con los niños a presenciar las luchas.

Taxista, panadero, conductor de transporte público, mensajero... cada luchador deja guardada la máscara el lunes y acude a su trabajo, el que le da de comer y de vestir, hasta que llega el siguiente fin de semana.

"La lucha libre en Guatemala no la ves como un medio para vivir (...) nosotros nos dedicamos a otros trabajos", comenta "Dark Fire", un veinteañero que guarda como un tesoro el secreto de su identidad, como la mayoría de luchadores.

"Dark Fire", padre soltero de tres niños, administra una discoteca en el centro de la capital, de donde obtiene sus principales ingresos, ya que como luchador sólo recibe un pago de entre 5 y 13 dólares por cada evento.

"Prácticamente se gana sólo lo del pasaje o, como decimos nosotros, lo del jabón para lavar el traje", ironiza.

Pero eso importa poco. Subir al cuadrilátero y convertirse en el superhéroe de centenares de niños, en "el bueno del cuento", es bastante recompensa por el esfuerzo, estima el acróbata.

Los tiempos dorados de la lucha libre guatemalteca se vivieron en los años 1970 cuando era rutinaria la visita de legendarios luchadores mexicanos como "El Santo" y "Blue Demon".

En aquel ambiente de fantasía surgieron atletas guatemaltecos como "Rayo Chapín" y "Máscara Roja", comentó a AFP el periodista deportivo Ricardo López.

El espectáculo que ofrecían entonces los luchadores mexicanos y guatemaltecos llenaba el gimnasio público de un popular barrio del este de la capital, e incluso era televisado.

Fue entre 1955 y 1960, según López, cuando empiezan a organizarse los primeros combates de lucha libre en Guatemala por promotores locales influenciados por los eventos en México y el entusiasmo que generaban las transmisiones de radio desde el vecino país.

"Las nuevas generaciones empiezan a desencantarse" de la lucha libre en el país en los años 1990 y el público empieza a abandonar las salas.

"Tengo 15 años de estar promoviendo la lucha libre y mi meta ha sido que esto no muera porque es una tradición en Guatemala", mencionó a AFP Carlos Beltrán, promotor de la Corporación AAA. Conocido como "El Diablo Beltrán", este guatemalteco viajó durante muchos años por México y El Salvador como árbitro de lucha libre y ahora está empeñado en mantener vivo este espectáculo.

"A pesar de las dificultades estamos avanzando en la lucha libre, tanto nosotros como otras empresas", relató Beltrán, orgulloso de recibir, cada domingo, medio millar de espectadores de "hueso colorado". AFP