Manuel Tejo

Desde el sentido común, a menudo solemos asociar la hipertensión arterial con personas de edad avanzada o padecientes de otras enfermedades. Sin embargo, las cifras señalan que uno de cada cuatro argentinos adultos la sufre y algunos estudios hablan de un alto porcentaje de enfermos adolescentes. La obesidad, la falta de actividad física y los malos hábitos son los mayores aliados de este "mal silencioso" que en la mayoría de los casos no se cura, pero que se puede controlar con dieta, ejercicio y medicación.

Sentarse frente a la computadora con un paquete de papas fritas, una hamburguesa y una gaseosa es un plan que puede sonar tentador para cualquier adolescente. Desde el punto de vista médico, en cambio, se trata de una escena que refleja dos males de época: el sedentarismo que fomentan las nuevas tecnologías y la alimentación inapropiada de la comida chatarra ¿Qué relación tienen las rutinas actuales con la salud? ¿Qué problemas arrastrarán los chicos de hoy? Algunas pistas empiezan a surgir.

Sobre hipertensión los números aún son diversos y no están contemplados de manera oficial. En 2011 la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial estimaba que 8 de cada 100 chicos en nuestro país podían ser hipertensos. Según publicó la Sociedad Argentina de Cardiología en 2013 la prevalencia era de 1 a 3 por ciento en niños y de 4,5 por ciento en adolescentes. En estos últimos, para la Sociedad Argentina de Pediatría la cifra puede alcanzar al 10 por ciento.

"En el consultorio cada vez son más los chicos, adolescentes o jóvenes que la padecen. El cambio fue significativo en los últimos años y está vinculado al aumento de peso, el sedentarismo, el consumo de comidas inadecuadas y de drogas ilícitas. Además hay una mayor concientización sobre el control por parte de los médicos y se detecta más. Antes, medir la presión arterial a chicos tan jóvenes no existía", indicó Walter Espeche, coordinador de la Unidad de Enfermedad Cardiometabólicas del Hospital San Martín de La Plata. En el 95 por ciento de los casos, según el profesional, se trata de hipertensión primaria (o esencial), aquella de la cual las causas no han sido identificadas.

Por su parte, el ex presidente de la Federación Argentina de Cardiología, Ricardo López Santi, señaló que si bien "no hay una información clara" que certifique el crecimiento porcentual de chicos hipertensos, "el gran problema en la actualidad es el tema de la obesidad que comienza en los niños y conforma la piedra angular en donde se apoyan todos los males". "Hoy los chicos excedidos de peso son más y está asumido como algo normal porque forma parte de lo habitual. Ese es el principal factor, junto al abuso en el consumo de sal en embutidos, comida rápida y snacks", detalló.

En la misma línea, según la Sociedad Argentina de Hipertensión la enfermedad en los niños y adolescentes es más común de lo que se pensaba y existe en un mayor porcentaje en chicos obesos. Ese dato toma relevancia significativa si se tiene en cuenta que en la provincia de Buenos Aires cuatro de cada diez niños están excedidos de peso según una medición hecha en el marco del Programa de Sanidad Escolar (Prosane) durante el año pasado.

En este panorama poco alentador, algo positivo es que la detección y el control pertinente de la hipertensión en pacientes niños y adolescentes disminuiría la incidencia de otros problemas cardiovasculares o cerebrovasculares en etapas avanzadas de la vida. Es por eso que, una vez descartada la posibilidad de que otra enfermedad sea la causante de la presión elevada, los médicos recomiendan un tratamiento que incluye una modificación de hábitos en las comidas y en la actividad física.

"Cuando la enfermedad ya se desarrolló vos podés ajustar mucho ciertas pautas y ayudar a controlarlas", señaló López Santi, aunque advirtió sobre un inconveniente latente: la mitad de los pacientes hipertensos no saben que lo son. Y, de los que sí son conscientes de su enfermedad, sólo una parte se trata y un porcentaje aún menor está bien controlado.

Para toda la vida

Antes que nada es crucial no entrar en un falso dictamen. El llamado "efecto del guardapolvo blanco" hace que a veces los médicos encuentren valores altos en las mediciones dentro del consultorio, pero que un monitoreo ambulatorio de presión arterial (MAPA) pueda demostrar lo contrario. Un diagnóstico erróneo sobre una enfermedad crónica arrastra un estigma social, gastos en salud y efectos adversos por un fármaco no indicado.

Espeche explicó que cuando finalmente "se corrobora una hipertensión primaria, se trata de una enfermedad que es para siempre, que no se cura" y que "el tratamiento conlleva un cambio en el estilo de vida". "Se busca fomentar la ingesta de alimentos que no contengan sal, con bajo contenido en sodio, y hábitos saludables. Si no se obtienen resultados, se inicia el tratamiento farmacológico teniendo en cuenta el perfil del paciente", detalló.

López Santi señaló que, al tratarse de chicos y adolescentes, "uno es muchísimo más reticente a utilizar a medicación" y tiende a "tratar de encontrar una causa". En algunos casos, cuando se determina que la enfermedad proviene de otro inconveniente (hipertensión secundaria), puede tratarse de un caso reversible. Aunque, ambos especialistas coinciden en que son los menos. DIB