Evo Morales, una figura destacada en la política boliviana, ha dejado perpleja a la opinión pública con sus recientes declaraciones y acciones. A través de su programa dominical en la radio Kawsachum Coca, Morales se presenta como un ciudadano honrado y probo que ha sido víctima de engaños y traiciones por parte de malhechores que lo atormentan y abusan de su supuesta inocencia. Sin embargo, estas afirmaciones suscitan más escepticismo que simpatía.

La pérdida del poder político puede tener un impacto profundo en la psicología de una persona, y Morales parece estar experimentando una enajenación evidente. Sus cambios de humor son notorios, pasando de la euforia y el optimismo un día, a la acusación y la victimización al siguiente. Esta montaña rusa emocional se refleja en sus declaraciones públicas, donde culpa a quienes lo rodean de sus fracasos y los acusa de ser vendidos al imperialismo.

Su última obsesión se centra en el Tribunal Constitucional de Bolivia, al que acusa de parcialidad y corrupción. Aunque su indignación puede encontrar eco en algunos sectores de la sociedad, no se debe pasar por alto que fue él mismo quien impuso a muchos de los magistrados de ese tribunal. Su actual hostilidad hacia el tribunal parece estar impulsada por su interés personal en buscar una nueva candidatura presidencial, a pesar de los resultados del referéndum del 21-F que rechazó su cuarta elección consecutiva.

Es importante destacar que Morales ha utilizado tácticas desestabilizadoras en el pasado para lograr sus objetivos políticos. Su llamado a movilizar a sus seguidores para presionar al Tribunal Constitucional y su amenaza de desencadenar protestas y bloqueos en diversas regiones del país podrían poner en peligro la estabilidad de Bolivia.

En medio de este drama político, Morales también ha sorprendido al afirmar que no conocía a Luis Arce Catacora, su exministro de economía y actual presidente de Bolivia. Estas declaraciones parecen difíciles de creer, dado que Arce fue una figura destacada en su gobierno durante 14 años. La falta de credibilidad en sus afirmaciones y su tendencia a quejarse constantemente han llevado a algunos a cuestionar su sinceridad y su agenda política.

Firma: Manfredo Kempff Suárez