Cacho Fernández

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"En tiempos donde nadie escucha a nadie/ en tiempos donde todos contra todos...", dice Fito Páez en "Al lado del camino", uno de los mejores temas del rock nacional en el que el rosarino refleja (además de los metafísicos de cualquier persona) la esencia de los problemas argentinos en este milenio.

También habla de la soberbia y la estupidez de quienes "Que piensan que hacen una guerra/ y se hacen pis en encima como chicos" y así se podría continuar indefinidamente reflejándose en este maravilloso poema.

¿Qué nos pasa a los argentinos que no podemos despegar y no podemos salir de un simple carreteo?. Desde hace tiempo que estamos buscando el tan nombrado "modelo de país" sin poder siquiera haber elaborado algunas hipótesis. Seguimos intentando resolver el tema de los jubilados y hoy la gran mayoría perciben unos miserables 8 mil pesos. Lo que aportaron son fondos utilizados para temas ajenos a su destino previsional y hacer que esos años de descanso que merecen quienes trabajaron toda la vida para gozarlos, sean años de jubileo como indicaría la etimología.

Los maestros siguen en una lucha permanente como Sísifo empujando la roca indefinidamente. La distribución del ingreso nacional se reparte cada vez más inequitativamente y los trabajadores, de participar en casi la mitad de la riqueza de éste hace casi cincuenta años, hoy rozaría un escaso 25 por ciento que irá menguando aceleradamente.

La riqueza se distribuye de esa manera, piramidal, injusta, un vértice extremadamente rico y una base amplísima escandalosamente pobre.

¿Qué nos pasó a los argentinos para seguir retrocediendo de esa manera?. Sin duda que el problema de base es cultural, también político, pero fundamentalmente cultural, alimentado por la desidia institucional, el corporativismo mafioso y las políticas del saqueo casi permanentes que se llevaron puesto los sueños de millones de argentinos.

Todavía no se ha podido discutir una buena, justa y racional política educativa y mucho menos se ha podido lograr políticas de Estado que trasciendan a los gobernantes de turno.

La cultura del saqueo

Argentina pasa de un estatismo feroz a un liberalismo del siglo diecinueve como si nada que deviene en un darwinismo social irritante e inhumano.

La clase gobernante no leyó jamás una línea de historia, no conoce los antecedentes de las teorías aplicadas, no cuenta con teoría previa en el ejercicio de su gestión.

No sabe que el liberalismo hizo explotar el mundo en los años treinta y que la gente literalmente se moría de hambre. No es consciente que ni Adam Smith creía en la "mano invisible" que regula al mercado. No han leído nada de Keynes ni del new deal ni de la socialdemocracia.... En síntesis, creen que la historia universal comenzó con sus propias vidas y que anteriormente no había pasado nada. Es más, nuestra clase dirigente supone, soberbia e ignoramentemente, que su misión es fundar la república y desechar todo lo pasado.

Por esa cultura del saqueo, están convencidos que el poder es para saquearlo, aprovecharse irracionalmente de su ejercicio, enriquecerse de cualquier manera, "haciéndose la América" como pensó aquella cultura inmigrante que venía a saciar su hambre a estas tierras.

Se transforman en burdos nuevos ricos, con la carencia de estilo de todo burgués advenedizo, son lamentables snobs, sin grandeza y practican la cultura del simulacro, es decir, viven practicando permanentemente un "como sí" en vez de "ser".

Los abusos que desvirtúan

Han logrado desvirtuar las bondades del keynessianismo abusando del protagonismo estatal. La necesidad de negocios espúrios los llevó a la estatización incomprensible de algunos rubros habiéndolos podido regular. Se valieron del Estado para emplear a sus adláteres (total, paga Juan Pueblo), suplantaron la misión social del Estado por el clientelismo político y todos esos abusos fueron generando un repudio general que condujo a la gente a despreciar algo tan bueno como el keynessianismo y aplaudir la cultura del ajuste. Y es así como se cae progresivamente en extremos sin poder equilibrar el rumbo general. La clase gobernante, entonces, son como una suerte de Rey Midas a la inversa: lo que tocan no lo transformanen oro sino en m... o basura.

Eduardo Duhalde, uno de los responsables de todos estos desequilibrios, sentencia permanentemente que "estamos condenados al éxito", frase que deviene en la parálisis de la comodidad. Porque si el éxito es un fatalismo, entonces, ¿para qué esforzarnos?. Los fatalismos terminan paralizando y si bien nadie sabe, solo Dios, si existe la construcción individual, el azar o el destino, el hecho de concebir que el ser humano es artífice de su propia vida propone la cultura del esfuerzo y no de la comodidad.

Entonces, ni fatalismo ni tampoco imperativos, lo que sirve es el libre albedrío, esto es, la capacidad de poder optar pero haciéndose responsable de los actos.

El drama, por lo tanto, es haber desvirtuado modelos que servían para construir una vida mejor, y todo eso pasó porque no se pensó en el bien común sino en los propios beneficios de los inescrupulosos instrumentadores de tales abusos.

Falta algo tan simple y grave como la seriedad que no es otra cosa que abordar la vida pensando en que cada conducta tiene sus consecuencias en los demás y que gobernar es hacer el bien proyectado hacia el futuro y no una satisfacción tan transitoria como el estertor de un día.