Daniel Puertas

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Los principales caciques del peronismo ya tienen la mirada fija en las elecciones del año que viene, perfectamente conscientes de que un año y medio es poco tiempo, aunque en la Argentina parezca una eternidad.

Bien entrenados en las pujas por el poder, expertos en roscas y componendas, están razonablemente seguros de que una vez más aparecen como la alternativa, que si juegan bien sus cartas tienen buenas chances de encaramarse de nuevo en el poder.

Claro que un componente básico de estas luchas son las ambiciones personales y más de uno debe estar soñando ya en su foto con la banda presidencial cruzándole el pecho y eso siempre es el principio de los problemas. Las peleas por el premio mayor siempre han sido duras, encarnizadas, en el partido fundado por Juan Domingo Perón y todo hace suponer que esta vez las cosas no van a ser distintas.

Hoy por hoy el peronismo parece estar dividido entre kirchneristas y "racionales", pero con una gran cantidad de dirigentes expectantes, poco dispuestos a jugarse ya por una de las dos opciones, aunque estarán listos para ponerse del lado del que se imponga en la interna, cualquiera sea el método utilizado para dirimirla.

Los que tienen un camino más claro por delante son las huestes lideradas por CFK. Opuestos frontalmente al Gobierno, con el que no están dispuestos a acordar nada al igual que el oficialismo nada quiere acordar con ellos, sólo tienen esa línea para seguir.

Además, pueden exhibir una gestión de doce años y aguardar tranquilamente a que el electorado haga las comparaciones del caso.

Los "racionales" o "tradicionales" deben maniobrar más cuidadosamente, consensuar lo que sea necesario con el oficialismo sin compartir el pago del precio político, lo que puede ser difícil en un escenario tan complejo como el actual.

Más de uno debe estar rogando por estas horas que el Gobierno consiga los votos legislativos para sancionar el Presupuesto sin que ellos deban intervenir demasiado. Deben garantizar la gobernabilidad, tanto por las buenas razones de preservar las instituciones como por las malas de que no los arrastre a ellos.

Saben perfectamente que un derrumbe del Gobierno favorecería más el retorno del kirchnerismo que instalarlos a ellos como una alternativa razonable. Pero tampoco pueden arriesgarse a pegarse al Gobierno de forma tal de sufrir los mismos males.

El enemigo común de Cambiemos y el peronismo tradicional es, sencillamente, CFK, esa figura a la que tanto denostaron pero que sigue conservando un caudal de adhesiones superior a cualquier otra figura del justicialismo.

La reaparición de Sergio Massa junto a los peronistas "racionales" no sorprendió a nadie, ya que el ex intendente de Tigre también es una figura con votos propios, aunque en las dos elecciones anteriores buena parte se hayan pasado directamente a Cambiemos.

Massa mantiene sus aspiraciones presidenciales y sabe que el peronismo anti K puede llegar a necesitarlo para ponerlo frente a la ex presidenta.

Quien no debe estar muy de acuerdo es el gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey, otro que ya admitió sus aspiraciones a la primera magistratura.

Otros potenciales candidatos dependen de la bendición de figuras más importantes, como Felipe Solá o Agustín Rossi, además de que por las razones que fuera CFK no pueda o no quiera participar.

Si Cristina decide jugar complica los planes de todos, salvo los del kirchnerismo puro y duro. Para los intendentes del conurbano esa sería una jugada que prácticamente los obligaría a sumarse al universo K si quieren retener sus sillones.

Esa es la zona donde más fuerte pisa CFK, según marcan todas las encuestas, sean encargadas por el oficialismo o por la oposición.

Los denodados esfuerzos por sacarla de la escena con el látigo de la Justicia están creando otro problema institucional, ya que, por caso, se multiplican las denuncias penales contra el juez Claudio Bonadío por presuntas violaciones a las leyes en el dictado de prisiones preventivas y aprietes a imputados en acto o en potencia.

El viejo truco de seguir cargándole al kirchnerismo la responsabilidad de todos los males del país, pasados, presentes y futuros, no parece estar resultando efectivo si las encuestas tienen algo de veracidad.

Apelar a la pesada herencia después de casi tres años de Gobierno no parece una actitud que pueda llevar mucha agua al molino oficialista.

Pero como CFK los complica a todos, tanto a Cambiemos como al peronismo "racional" es improbable que se deje de acuasarla de todo lo que se les pueda ocurrir.

Todos saben, además, que el futuro inmediato está atado irremisiblemente a la economía, algo que puede acelerar o demorar cualquier estrategia electoral.

Por momenmtos pareciera que el Gobierno apuesta a que este año se llegue al fondo del pozo para que el próximo cualquier ascenso, por leve que fuera, cree una imagen de recuperación que traiga alivio a todos.

Lo que sí es seguro es que, ocurra lo que ocurra, habrá sectores del peronismo con las manos extendidas prestos a recoger el poder , a anticiparse a cualquiera que tenga las mismas intenciones.