Silvana Melo

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El peronismo ya tiene dos candidatos prácticamente lanzados. Que coinciden con los dos hombres fuertes que aparecen como precandidatos del Frente para la Victoria. Uno más consustanciado con el Frente, otro con la Victoria. Pero ambos asoman como la única posibilidad de algo parecido a la continuidad del cristinismo K.

Daniel Scioli y Florencio Randazzo ya tienen nombres en Olavarría. Scioli, el único presidenciable más o menos cercano al oficialismo (porque nunca rompió a pesar de ser de otro mundo que no es el K y de soportar que se lo hicieran saber casi brutalmente todo el tiempo). Randazzo, el único cristinista que podría hacer un papel digno: Capitanich se devoró a sí mismo en su palabra diaria y Urribarri (gobernador de Entre Ríos) es menos conocido que su hijo futbolista.

Los nombres

Ahora bien: los dos nombres que Scioli (la ola naranja) y Randazzo (la florería) reservan para Olavarría son los únicos candidatos ya lanzados que muestra el peronismo. Que a pesar de asegurar ambos que lo ideal sería un acuerdo, son pocos los que creen que se puede zafar de una primaria.

Guillermo Santellán y Gonzalo Bagú (que de ellos se trata) tienen en común el mismo problema: el desconocimiento público. Y la misma ventaja: pertenecer a una nueva generación, cuando ya los viejos popes de las nuevas luces de la democracia están en retiro.

Sin embargo, Guillermo Santellán encierra en sí mismo una paradoja: en positivo, su apellido está profundamente ligado a la historia sindical y peronista de la ciudad. En negativo, lo conecta con la vieja historia, con la política de fracasos que el peronismo lleva como sambenito. Como River será siempre de la B para los cantores xeneixes de las canchas, el peronismo será apenas un suspiro fugaz en medio del eseverrato, primero del padre y ahora del hijo.

Gonzalo Bagú, además del desconocimiento, llega con dos desventajas: nació en Tandil, no tiene historia cementera y apunta como referente a un ministro del Gabinete Nacional. Que si va a primarias con el Gobernador, lleva las de perder.

Guillermo Santellán tiene 43 años. Gonzalo Bagú, 38.

El primero tiene respaldo y aparato en Olavarría: el Partido Justicialista y el Centro de Empleados de Comercio, donde su padre cumple treinta años en el cargo sin despeinarse.

El segundo no tiene ni aparato ni partido (sólo una agrupación: ADEPP Políticas Públicas) pero sí gestión a nivel provincia y nacional. Su cargo en la Agencia de Seguridad Vial (el coto de Randazzo) lo vincula directamente con las campañas en Olavarría, la entrega de material a las escuelas, las gestiones de documentos únicos de identidad, etc.

El primero (Santellán) insistió con determinación en las entrevistas con esta periodista acerca de la decisión partidaria de que Adriana Capuano volviera a ocupar la candidatura para la intendencia en 2015. "Adriana es inamovible", dijo apenas un mes atrás. Pero ya se hablaba de Santellán 2015. Y no de Miguel, precisamente.

Ahora Adriana Capuano se quedará con la presidencia del Partido y Guillermo Santellán pondrá cara y cabeza en la representación local de Daniel Scioli. Capuano se sostiene en el PAMI y, por lo tanto, en la gestión nacional. Son dos caminos paralelos. Al menos por ahora.

Todos, casi todos

Mientras tanto, el peronismo en su enormidad facética domina la escena. En el Concejo Deliberante, esa vidriera, sólo hay tres bancas por fuera: las de Cladera, Cominotto y Araneo (radicales del Frente Progresista Cívico y Social).

El resto son: eseverristas - massistas (nueve bancas); Partido Justicialista (tres bancas: incluye a Capuano y Santellán); Frente para la Victoria (dos bancas, La Cámpora y Miles); Néstor Vive (una); Peronista - FPV (una); Integración Peronista (una). Siete suelen votar juntos. El resto, es josesista.

El peronismo de la aldea sigue siendo explosivo, como las entrañas de la cantera. Peronistas sin fronteras, CECO, La Cámpora, la Agencia de Seguridad Vial, la Güemes. Todos están dispuestos a construir un poco pero a plantarse a la hora de la definición. Siete divididos en cuatro bancas. Tres PJ puros. Dos desprendimientos del bloque oficialista. Enredos sin comedia.

Sólo puede esperarse que las nuevas generaciones trasciendan los vicios y mezquindades de aquellas que dejaron atrás. Los nombres propios de aquel peronismo que apenas pudo gobernar cuatro años (atravesado por feroces internas) desde el regreso a la democracia -y que tantas veces perdieron su identidad en la sociedad con el peroeseverrismo para subsistir-, ya no están en el juego. Habrá que ver si este detalle se anota en la columna de las desventajas o en la de las virtudes.