¿Qué está pasando con los gorriones?
Lejos de aparecer en la zona roja de especies amenazadas aún son fáciles de avistar, pero ya no se aprecian en grandes cantidades como solía acontecer un par de décadas atrás.
Los científicos aún no coinciden en las razones y en otras partes del mundo su situación es mucho más grave que en la Argentina.
"El futuro incierto de los gorriones" tituló National Geografic en un trabajo publicado en marzo del año pasado.
En el mismo sentido "La Vanguardia" de Barcelona se preguntó "Por qué desaparecen los gorriones", TV estatal española mencionó que "Los gorriones han sufrido un declive alarmante en España" y elanimal.es se interrogó "Qué hay detrás de la desaparición de los gorriones".
El gorrión común (Passer domesticus) es el ejemplo perfecto de convivencia entre humanos y aves salvajes.
La población de estos pájaros ha sufrido un "declive alarmante" del 21% en una década en España, lo que ha significado que haya 30 millones de ejemplares menos.
Entre las explicaciones científicas, los ornitólogos españoles han detectado que los gorriones que habitan en núcleos urbanos presentan anemia y malnutrición.
Aunque son omnívoros, la alimentación de los gorriones se basa fundamentalmente en semillas, frutas y bayas. En menor medida consumen insectos que capturan durante el vuelo.
Desde las últimas décadas del siglo XX la especie ha ido disminuyendo año tras año, especialmente en las principales capitales europeas, como Berlín, París y Praga.
En otras como Londres, Bruselas, Amberes, Gante o Hamburgo los gorriones, prácticamente, ya han desaparecido.
No ha sido fácil la vida de estas pequeñas aves en otras partes del mundo.
En 1958 la campaña para potenciar la agricultura se llamó "un gran salto adelante" y consistía básicamente en la exterminación de cuatro plagas: ratones, moscas, mosquitos y gorriones.
Cada gorrión, según el gobierno chino de entonces, come 4 kilos y medio de granos al año. Con esa lógica por millón de gorriones aniquilados se podía alimentar a sesenta mil personas.
Aldeas enteras salieron a los campos con tambores para asustar gorriones y no darles ni un segundo de descanso. Las aves se desplomaban del cielo, exhaustas, después de verse obligadas a volar ininterrumpidamente durante horas.
A dos años de iniciada la campaña, en 1960, la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos alertó que los gorriones preferían comer más insectos que granos. Y que la consecuencia sería que los campos agrícolas se volvieran vulnerables al ataque de esos insectos que, de pronto, habían sido liberados.
A no haber gorriones que las persiguieran las langostas las que se convirtieron en plaga, y en menos de tres años hicieron desastres en las zonas rurales, provocando una hambruna por la que, según se estima, murieron más de 15 millones de chinos.
Años después China debió importarlos en secreto de la entonces Unión Soviética para recuperar parcialmente su población y restablecer todo los posible el equilibrio ecológico.