"Fue como hacer un gol de media cancha". Así definió el ingeniero Gustavo Thiessen los 2.054 kilos de promedio que obtuvo en soja de segunda. Si a eso le sumamos los 5.000 que rindieron los maíces también implantados en los lotes recién cosechados de cebada, se puede decir que terminó ganando por goleada...

Thiessen es asesor de una empresa que trabaja campos en Coronel Dorrego, una zona de suelos someros y veranos con pocas lluvias. Es decir, a priori, con escasas condiciones para la evolución de los cultivos de gruesa. Mucho menos aún para los sembrados de segunda que parten fuera de la fecha ideal de siembra.

Aunque el ingeniero se ha encargado de potenciar los recursos y, a partir de planteos basados en menos plantas por hectárea y un ajustado manejo de fechas de siembra y fertilización, hizo que la gruesa sea viable y hasta rentable. Con las mismas recetas, en la campaña 2014/2015 logró sacarles el máximo jugo a las sojas y maíces tardíos.

"En el caso de la soja de segunda tuvimos una buena condición en el momento importante, que es entre febrero y marzo, donde el cultivo define mucho. Entonces, si bien hubo un faltante de agua en abril, no afectó tanto", explicó el ingeniero que hizo la leguminosa arriba del rastrojo de cebada y no sembró soja de primera. "El lote que menos dio fue 1.580 kilos y coincide con la fecha más tardía de siembra, que fue el 25 de diciembre -lo ideal es no pasarse del 20-. Y el que más rindió estuvo en los 2.580 kilos, que fue de la primera fecha de implantación, el 4 de diciembre. El promedio fue de 2.054 kilos, excelente".

Hay que tener en cuenta que en esa zona del sudeste bonaerense, la soja de primera tuvo pisos de 1.500 kilos y techos de 3.200 kilos, resultados que potencian los cosechados por Thiessen.

En cuanto al maíz de segunda, el dorreguense terminó de cosechar poco más de 800 hectáreas con un rinde de 5.000 kilos. "Un muy bueno el promedio porque en el caso del de segunda absorbemos el costo del arrendamiento", comentó. El cultivo fue sembrado en los lotes que dejó la cebada y la fecha de siembra tuvo al 20 de diciembre como tope. El ingeniero también hizo maíz de primera y obtuvo un rinde medio de 5.700 kilos, resultado que realza más el volumen cosechado en los lotes tardíos. "En los maíces de primera se notó el faltante de agua a fines de enero y principios de febrero, aunque tampoco es un mal resultado", comentó.

Densidad

Con el paso de las campañas y a fuerza de prueba y error, Thiessen encontró en la densidad de siembra al factor clave para hacer viable al maíz -en suelos históricamente adversos para el cereal-, y también para al resto de los cultivos. Incluidas las siembras de segunda. "Una herramienta inclusiva", así define el ingeniero al hecho de bajar la cantidad de plantas por hectárea. Porque al dejar de usar las recetas tradicionales en cuanto a la cantidad de semillas a implantar por metro cuadrado, logró incluir más cultivos en la rotación y estabilidad de rindes en campos donde la tosca está casi en la superficie y el agua es un bien escaso.

"El manejo ha dado resultados excelentes y ya son muchos los que están copiando el sistema, inclusive en las zonas de campos con mejores aptitudes. Hace cinco años nadie podía entender cómo se podías echar sólo 25.000 o 30.000 semillas de maíz por hectárea, cuando el que menos ponía era 55.000 o 60.000. Pero demostramos que es la clave, tanto para bajar los costos como para lograr kilos", explicó.

La cuenta es muy sencilla: una bolsa de un híbrido de primera línea tiene un costo de alrededor de 180 dólares, al echar 20.000 ó 25.000 plantas menos se logra un ahorro de 40/45 dólares por hectárea, es como tener el costo de la siembra del contratista gratis. Y por otro lado, la experiencia de Thiessen indica que los resultados son similares respecto del que tiró 60.000 semillas por hectárea.

"Haciendo bien las cosas, fertilizando como corresponde y realizando las labores en tiempo y forma, en un año bueno vas a cosechar casi lo mismo que el que tiró el doble de semillas. Y en caso de que el clima venga muy malo, mientras que el otro productor probablemente le termine echando las vacas al maíz, vos coseches igual. Es decir, la tendencia es que bajar densidad asegura. En los años malos no vas a patinar y en año bueno te va a dar lo mismo", aseguró.

En este sentido, Thiessen destacó que él considera "que muchos jugadores -muchas plantas- para una misma superficie son competencia entre sí mismos, son malezas. Nos preocupamos mucho en mantener los lotes limpios, pero a veces estamos sobrepasados de plantas que empiezan a trabajar como si fueran malezas".

Saber gastar

El escenario es el mismo para la soja. En los cultivos de primera siembra entre seis y nueve kilos por hectárea, en los de segunda, 10 kilos, y siempre semilla original. "En esta zona lo que buscamos es estabilidad, no buscar el pico, sino arrancar de atrás para adelante. Ver cuál es el número que necesitás, y a partir de ahí le das la condición al cultivo, con la fertilización adecuada y haciendo las cosas prolijas. Pero siempre la clave es poner los jugadores justos", graficó el ingeniero.

"El concepto no es no gastar, sino gastar bien. Hay muchos que ponen 60.000 plantas de maíz y 100 kilos de urea, y tal vez estén necesitando 30.000 plantas y 150 kilos. Lo mismo se aplica con el resto de los insumos", explicó. "En el caso del bicho bolita, por ejemplo, no hay que tirarlo sobre la fecha sino 20 días antes, cuando están hartos de comer rastrojo y un kilo de cebo te rinde mucho más que echando dos kilos más tarde. Ahí estás gastando más y mal", agregó.

De todos modos, Thiessen también repara en la necesidad de no fanatizarse con el sistema. "Si uno tiene una buena condición en el lote puede echar algunas plantas más. Con un suelo de un metro y medio de profundidad, franco arenoso con cobertura y con perfil lleno, tranquilamente puede tirar 45.000 plantas de maíz para cosechar 12.000 kilos", dijo.

El ingeniero contó además que siempre escucha mucho a las personas mayores, por eso aclaró: "Nosotros no inventamos nada nuevo. La idea es que cada uno adapte su planteo a su zona, que cuando tenga una duda busque la explicación, investigue y pruebe. La idea no es que bajen densidad porque sí, sino encuentren la densidad adecuada en función de su rinde".

Y completó el concepto con su experiencia personal. "Nosotros encontramos que Coronel Dorrego es una zona que en maíz no permite más de 20.000 a 30.000 plantas por hectárea, caso contrario es desastroso el resultado", concluyó el ingeniero que metió un gol de media cancha. DIB