Con la llegada del verano, ya sea en un club o en los hogares, las piletas pasan a ser el centro de la escena y conforman un pasatiempo habitual especialmente para los niños y adolescentes. Por este motivo, especialistas de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) instaron a extremar los cuidados, sobre todo teniendo en cuenta que según la Organización Mundial de la Salud (OMS),los ahogamientos representan la segunda causa de muerte por traumatismo no intencional en el mundo en niños y adolescentes menores de 20 años, luego de los accidentes de tránsito.

Las advertencias se extienden también para los baños en ríos, arroyos, lagos y mares, ya que muchos de los episodios se producen en estos lugares, y especialmente en los varones, que registran una relación de dos a uno con respecto a las mujeres, presumiblemente porque ellos presentan una mayor exposición al agua y a prácticas arriesgadas, como la navegación o baños en solitario tras consumir alcohol.

"Quienes presentan mayor riesgo de ahogamiento por inmersión son los niños menores de cinco años y los episodios, en general, se producen en el ámbito doméstico. Esto se debe a una inadecuada supervisión y a la presencia de depósitos de agua o piletas sin medidas de resguardo. En los adolescentes y pre adolescentes, la mayoría de las situaciones suelen presentarse en ríos, arroyos, lagos y mares, fundamentalmente por falta de observancia de reglas elementales de seguridad. Estas circunstancias hacen que sea indispensable instrumentar medidas de cuidado para evitar estos accidentes que son prevenibles", detalló la médica pediatra neonatóloga Ingrid Waisman, integrante del Comité Nacional de Prevención de Lesiones de la SAP.

Entre las principales medidas de seguridad recomendadas, desde la SAP destacaron la vigilancia permanente de un adulto responsable (nunca permitir a los niños bañarse solos), que el cuidador tenga una visión directa del niño y no se distraiga, que la relación entre el número de cuidadores y de niños sea la adecuada; instalar cercos perimetrales para todas las piletas; que los bordes y el piso sean de material antideslizante; no dejar juguetes u objetos atractivos que floten en la piscina, pues atraen la atención de los más pequeños; vaciar inexorablemente luego de su uso las piletas inflables o desarmables que no tengan cerco; y colocar un chaleco salvavidas adecuado -que se elige según el peso del niño- a quienes no sepan nadar.

Los preadolescentes y adolescentes se ahogan generalmente en aguas oscuras en movimiento (inclusive algunos que nadan aceptablemente), como ríos, arroyos, mares o lagos, donde las condiciones comunes a todos estos "espejos de agua" son el agua poco transparente con diversos grados de turbidez, las corrientes, contracorrientes y remolinos (hay que tener en cuenta que los ríos normalmente corren a 7 u 8 km/h, velocidad que aumenta considerablemente en las crecientes), además del efecto de las mareas, que se presenta tanto en el mar como en el Río de la Plata. En estos casos, las causas primarias y generales de los ahogamientos son el desconocimiento e incumplimiento parcial o total de pautas mínimas de prevención.

  • Entre otras medidas de prevención, se menciona no bañarse en solitario, respetar los tiempos de digestión, utilizar solo las zonas vigiladas destinadas al baño, atender a las señales de "prohibición de baño", no zambullirse de cabeza si no se conocen los fondos, no alejarse de la costa con colchonetas o flotadores, no perder de vista a los niños en el agua y colocarles chalecos salvavidas, sobre todo a los que no saben nadar o cuando realizan algún deporte acuático.

"Para este tipo de aguas, los factores de riesgo están aumentados en número y potenciados por la imposibilidad de revertirlos, por lo que deben ser consideradas de alto riesgo para niños pequeños y también para adolescentes", insistió Zabala.

  • Todo contacto lúdico con el agua de lactantes y niños pequeños es muy positivo en varios aspectos, ya que familiariza al niño con el agua, torna grata su inmersión y su permanencia en ella. Además, contribuye a formar, en forma gradual y correlativa las nociones de confianza y respeto al medio acuático. Es un camino facilitador para comenzar el aprendizaje consciente, programado y definitivo alrededor de los cuatro años.

A ese respecto, Zabala alertó sobre el riesgo de los comienzos "precoces" o "anticipados": "son frecuentes el fracaso, el displacer y aun el rechazo en el niño y el desánimo familiar para un segundo intento a edades posteriores. Lo ideal es la enseñanza a cargo de personas capacitadas y con experiencia en natación infantil".

Fuente: Infobae.com.ar