Bruno Geller

Agencia CyTA - Instituto Leloir

El mercado global de los anticuerpos monoclonales, desarrollados por el premio Nobel argentino César Milstein en 1976, mueve hoy una cifra que ronda los 50.000 millones de dólares anuales, y sólo teniendo en cuenta sus aplicaciones terapéuticas. El método, sin embargo, nunca fue patentado, en parte porque Milstein (y sus empleadores de entonces) pensaron más en el aporte de ese conocimiento a la ciencia que en sus derivaciones comerciales.

El caso simboliza una situación que, desde la perspectiva de muchos gestores de la ciencia, no debería ocurrir más. Y lo cierto es que ya se están dando indicios de cambio.

De acuerdo con la Administración Nacional de Patentes, entre los años 2000 y 2006 se presentaron 87 solicitudes de patentes vinculadas con desarrollos del Conicet y se concedieron 12. Entre 2007 y 2013, hubo 234 solicitudes presentadas y se concedieron 80. Esto es, las cifras -comparando ambos períodos- crecieron entre tres y siete veces. No obstante, los especialistas consultados coinciden en que queda mucho por hacer.

Hace sólo dos años, el informe "Estado de la Ciencia en el Mundo", publicado por la revista especializada Scientific American, situaba a la Argentina en el puesto 31 entre los 40 mejores países del mundo por su desarrollo científico. "El talento y el conocimiento generados en nuestro país es enorme. Sin embargo, en materia de propiedad industrial e intelectual, el progreso es incipiente", señala el físico Darío Codner, secretario de Innovación y Transferencia Tecnológica de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).

En otros países

En Europa y en Estados Unidos, el sistema de propiedad industrial e intelectual está muy avanzado. Sobre todo en este último país, que en 1982 promulgó la Ley Bayh-Dole otorgando a las universidades y centros de investigación la posibilidad de registrar y disponer de los derechos de propiedad intelectual surgidos por trabajos financiados con fondos públicos.

En la actualidad, varios actores sociales están promoviendo en la Argentina una cultura de propiedad industrial e intelectual: El Ministerio de Ciencia de la Nación, el Conicet, unidades de innovación y transferencia tecnológica de universidades e institutos científicos, y grupos de propiedad industrial e intelectual. El Instituto Nacional de la Propiedad Industrial (INPI), dependiente del Ministerio de Industria, y a nivel mundial la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) son los entes que generan los lineamientos generales para la propiedad intelectual.

En la Argentina aún no hay plena conciencia del valor de lo intangible, es decir, de las riquezas que el conocimiento puede generar en la economía, subraya Santiago Villa, director de Vinculación Tecnológica y Social del Conicet. "Precisamente nuestro trabajo, y el de colegas nuestros de la cartera de ciencia apunta, entre otras cosas, a sensibilizar a los investigadores y a los empresarios para fortalecer acuerdos de cooperación. En definitiva, para que tomen conciencia sobre todas las cosas que podrían hacer si articulasen sus capacidades", afirma.

El equipo que lidera está integrado por más de 60 personas, algunas de las cuales se abocan al estudio de patentabilidad de los avances realizados por los científicos, señala Villa. Y agrega que en la última década la producción científica y tecnológica en el país ha aumentado en términos de cantidad y de calidad, sobre todo a partir de la creación del Ministerio de Ciencia en 2007. Esta cartera, en particular, emplea diferentes instrumentos del Fondo Tecnológico Argentino (Fontar) destinado a financiar los costos de preparación y presentación de solicitudes de patentes de invención para beneficiarios específicos: empresas pymes y/o instituciones públicas y/o privadas sin fines de lucro, cuyo objeto principal sea la investigación en ciencia y tecnología.

Para Fabián Biali, licenciado en ciencias químicas y agente de la propiedad industrial de Biali & Asociados, sería razonable que tanto la industria como las instituciones académicas tengan entre sus objetivos la innovación y el desarrollo. "En los casos en los que esta innovación pudiera tener un valor comercial, resultaría beneficioso tener en cuenta los instrumentos existentes para la protección de la propiedad intelectual", subraya el también docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

Biali y su equipo se especializan en patentes relacionadas con el área farmacéutica, química y biotecnológica. Su estudio ha redactado patentes que ya se encuentran concedidas en Estados Unidos, entre ellas una relacionada a nuevos compuestos para tratar enfermedades oculares, tales como la conjuntivitis, y otra relacionada con el tratamiento de heridas, ambas solicitadas por el Conicet.

La tasa de la regalía o el monto a percibir por el Conicet varía de caso en caso y se acuerda con la empresa. "Tenemos acuerdos con empresas locales y multinacionales en proyectos vinculados con salud, producción agropecuaria y otras áreas", explica Ramiro Picasso, coordinador de Propiedad Intelectual de la Dirección de Vinculación Tecnológica del Conicet.