Colasurdo fue elegido presidente del club en la asamblea general ordinaria del 29 de enero de 1929. Obras monumentales y una valiosa impronta social quedaron como legado para Ferro.

Cuando asumió la presidencia del club, sin ánimo despectivo, Ferro era once hombres con camisetas de fútbol, que jugaban sus partidos como local a un costado de las vías en terrenos cedidos en forma precaria por los ferrocarriles ingleses.

El 8 de mayo de 1930, en uno de los primeros actos de su gestión, se elaboró el primer estatuto y reglamento general del club, aprobado por el gobierno provincial el 31 de diciembre de ese mismo año. Mucho más tarde, con protocolo de 1949, Ferro Carril Sud obtuvo su personería jurídica.

Colasurdo era ligeramente tartamudo, por esa razón nunca decía discursos. Y le hubiese hecho falta, porque en su gestión se inauguraron obras de las más importantes en la historia de la ciudad.

¿Quién era Colasurdo? Cuando Olavarría significaba un punto clave en el trazado de los ferrocarriles ingleses, don Domingo se desempeñaba como jefe de la oficina de control de trenes, con injerencia desde Plaza Constitución hasta Bahía Blanca.

Su palabra era ley en Vía Pringles, por Coronel Suárez o por Empalme Lobos. Si en Olavarría el superintendente de tráfico (un inglés) o el superintendente de locomotoras (otro inglés) se ponían demasiado duros, exteriorizaban su estilo flemático ante la solicitud de un criollo, Colasurdo tenía las puertas de Buenos Aires siempre abiertas.

Su predicamento en Plaza Constitución le permitió lograr un apoyo ilimitado de las autoridades inglesas del ferrocarril. Demasiados signos de la ayuda británica pueden leerse a través del estadio, en el sede social o en el balneario Salto de Piedras.

El gran presidente de la historia de Ferro era algo así como un experto autodidacta en relaciones públicas. Así sumó para la masa societaria carbonera apellidos como Andreu y Zubillaga, de familias muy vinculadas con Racing; al intendente Amadeo Grimaldi, viejo caudillo conservador y amigo personal, aunque Colasurdo era un reconocido afiliado radical.

De la relación entre Colasurdo y Grimaldi quedó el nombre de la salita de primeros auxilios que junto al vestuario local del estadio, como agradecimiento por todo el instrumental donado para ponerla en funcionamiento.

Don Domingo tenía a Ferro en su cabeza las 24 horas del día. Siempre estaba haciendo algo por el club. Durante más de una década, cada año Ferro hizo la rifa de una casa, y Colasurdo se encargaba personalmente de dejarle veinte o treinta números a cada jefe de estación a lo largo de todo el recorrido, en pueblo, caserío, o gran ciudad; por "Vía Pringles" o "Vía Alvear".

Y se vendían todos los números. Cómo no, si el premio además era muy atractivo: casas nuevas, flamantes, que se levantaban de los cimientos al techo través de una empresa constructora, "Galbiatti y Améndola", célebre por aquellos años.

Colasurdo fue tan importante para la vida de Ferro que no dejó la presidencia del club sino hasta su muerte, en 1956, en manos de Carlos Boscacci.

Fuente: libro "Bolsas de Carbón"