En la antigua Grecia, el peor de los castigos era el destierro. Así el condenado cumplía la pena impuesta por los ciudadanos que votaban por aquellos que consideraban enemigos del bien público. El desterrado era alejado de sus amigos y familia, sufriendo el rechazo de la comunidad y dejaba atrás su tierra durante 10 años. Y aunque muchas veces podía regresar antes, el castigo era terrible.

La pena del ostracismo era usada en sus primeros años como un mecanismo contra los tiranos, pero luego se convirtió en un arma contra los enemigos políticos. Un pena cruel que destruía alianzas y lazos por igual, para que al volver encontrarse con los restos de lo que se ha sido. Como haber naufragado y luego de habernos salvado comenzar a buscar entre los restos de lo que el mar ha arrojado a la playa.

Luego de casi 20 años en su exilio madrileño, Fernando Terry decide regresar a su Cuba natal tras los pasos de un manuscrito con las últimas palabras del poeta José María Heredia. Al menos eso es lo que se repite así mismo mientras camina las calles de La Habana y encuentra en cada esquina los bares, los olores, el ruido del mar embravecido que choca contra la muralla.

El perfume de la ciudad que fue suya y que ahora es una nostalgia y el recuerdo de una traición. La traición que lo condenó al destierro, lejos de sus afectos, lejos de su amada Cuba. Como le ha sucedido al poeta José María Heredia, quien desanda los caminos adonde lo llevó el exilio en la lucha por la independencia de la isla. Con esa excusa se vuelve a reunir con sus viejos compañeros de Los Socarrones, la antigua tertulia literaria que los unía, de donde está seguro ha salido el traidor.

Con "La novela de mi vida", Leonardo Padura ha logrado un hermoso y triste relato acerca del exilio, con una trama donde las voces de Fernando Terry y el poeta José María Heredia se van turnando para hablar de ellos pero también de la historia de Cuba. Una novela que se va apoderando lentamente de la atención del lector y que va llevándolo de lo complejo a lo simple para finalmente confluir en una perfecta descripción de los sentimientos de los exiliados pero también de los que se quedaron en su tierra. Padura, con espectacular maestría, escribe con la fuerza de la tragedia, como un viento que nace de una simple brisa para convertirse en una tempestad que va ocupando cada grieta del alma.

"El escritor es un tipo jodido, lleno de angustias, que vive en un país y escribe sobre lo que pasa o lo que no pasa en el país. Y si es un escritor de verdad, trata de ser sincero consigo mismo, aunque escriba a los marcianos".