Daniel Puertas

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Es que los carroñeros del sistema económico internacional ya están comprando bonos del Estado español y de las Comunidades Autónomas a precios de pichincha y aguardan el momento de una eventual reestructuración de deuda les permita volver a realizar un gran negocio, sin importarle que sea a costa de la miseria de millones de personas.

Si un personaje como Paul Singer logró hacerse con una fortuna de unos 23.000 millones de dólares con esta clase de maniobras contra empresas en dificultades y países africanos y latinoamericanos en quiebra, todos los buitres deben estar relamiéndose al imaginar cuánto pueden conseguir devorando los restos de economías europeas.

Si bien es evidente que más de un gobernante extranjero no estaría muy conforme con una victoria argentina sobre los buitres, más que nada porque dejaría en claro que se puede sobrevivir sin rendir culto al dios de los mercados y sin respetar demasiado a sus sacerdotes, también se advierte que tampoco quieren un triunfo de los holdouts que los fortalezca y les abra el camino a para deglutirse países primermundistas.

De todos modos, lo digan públicamente o no, lo cierto es que la Argentina cuenta con muchos hinchas extranjeros en esta pelea, algunos impensados, como el Fondo Monetario Internacional o el gobierno norteamericano. Que se hayan puesto de parte de un país tan heterodoxo y para ellos incomprensible como el nuestro es suficiente indicio de los temores que les genera la actividad de los buitres.

El fallo del juez Thomas Griesa a favor de los fondos NML y Aurelius Capital, entre otros, más que una demostración de lo independiente que es la Justicia norteamericana es una prueba del poder de lobby de los hedge founds y de cuánto terreno han ganado en los últimos años con sus aportes a las campañas republicanas y los pagos a periodistas, consultores y gurús que realizan bajo distintas formas.

Hasta 1992 la doctrina legal norteamericana respetaba la inmunidad soberana de los países, pero en ese año en su fallo sobre el caso que enfrentaba, cuando no, a la Argentina con Weltover dictaminó que en algunos casos la emisión de bonos soberanos podía considerarse una actividad comercial bajo la Foreign Sovereign Immunities Act.

Adiós entonces a la inmunidad soberana y hola a la posibilidad de los acreedores privados de demandar a los países deudores ante los tribunales norteamericanos.

Desde entonces fueron ganando cada vez más terreno y consiguiendo fallos favorables que tuvieron como víctimas a países africanos como Zambia, la República del Congo y Costa de Marfil y latinoamericanos como Panamá, Perú o Brasil.

Uno de los íconos de los buitres, Kenneth Dart, también intervino en Rusia, pero se topó con la poderosa mafia de ese país y debió escapar. Hoy vive en un buque artillado y blindado con el que confía en poder defenderse de cualquier ataque.

Uno de los mayores escándalos por la actividad de los buitres, detonado por una investigación de la BBC, se produjo con el caso de Zambia, país al que los Estados Unidos condonaron una deuda de 280 millones de dólares para que pudieran invertir los 40 millones que se ahorraba de intereses en una campaña para combatir el sida, ya que en esos momentos el 20 por ciento de sus pobladores adultos eran seropositivos, y a darles acceso a la escuela a 300.000 niños.

No sabían que el grupo Donegal International había comprado a Rumania por 3,3 millones de dólares una deuda de Zambia seis años antes. Cuando Zambia se aprestaba a mejorar la salud y la educación de su pueblo, Donegal entabló una demanda ante un tribunal británico contra el país africano y consiguió un fallo favorable por un monto de 55 millones de dólares.

Claro que los buitres habían colaborado con algún habitante de Zambia. Poco antes de que el gobierno reconociera y pagara esa deuda, Donegal había donado 2 millones de dólares a una fundación del presidente zambio.

Las maniobras pretendidamente legales, extorsiones, sobornos y campañas mediáticas de los buitres han generado mucha literatura, pero hasta ahora nadie actuó con seriedad en su contra. Claro, Panamá, Nicaragua o el Congo no pesan demasiado en el contexto internacional y a los líderes políticos occidentales no se les mueve un pelo por sus desventuras, pero ahora los buitres están cada vez más envalentonados y ya se atreven con los más grandes, con la gente como uno.

Grecia no es de los grandes, pero es bien europeo, y ya le sacaron 400 millones de dólares por bonos que habían pagado un 70 por ciento menos. En España ya despedazaron a la constructora Martín Fadesa, que con el boom inmobiliario de España había crecido lo suficiente como para que cuando las cosas comenzaran a complicarse acumulara 7.000 millones de euros de deuda.

Se quedaron con el 50 por ciento de los bonos de deuda y los cobraron a valor nominal, mientras el resto de los acreedores debieron aceptar un pago que se debe comenzar a pagar siete años después de concretada la reestructuración.

Otra cosa que deberían conocer los que creen en que el fallo de Griesa se ajusta a derecho es que las leyes internas de Estados Unidos sobre bancarrota obligan a los acreedores minoritarios a aceptar las condiciones decididas por al menos el 70 por ciento de los acreedores.

Nuestro país consiguió la adhesión de más del 92 por ciento de los acreedores al reestructurar su deuda soberana.