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¿De qué mueren los jóvenes entre 15 y 19 años? La primera motivación de muerte por causas externas en esa franja es el suicidio y le sigue, más lejos, el homicidio. En ambas situaciones hay una noción de no futuro que asoma como problemática que ha ido adquiriendo mayor fuerza en los últimos años. Pero no es nuevo: ya en un estudio de la Asociación para Políticas Públicas entre 1997 y 2005 Olavarría aparecía en el lugar 48 para los homicidios pero en el puesto 22 para los suicidios, entre los 134 municipios bonaerenses. Esa realidad, indudablemente, no ha mutado.

El último informe del Observatorio Social Legislativo ubica que ocho de los 19 jóvenes entre los 15 y los 19 años que murieron en Olavarría durante todo 2013 perdieron la vida por "causas externas". Es decir, aquellas no derivadas de enfermedades, patologías o anomalías propias de la persona. De esos ocho, seis eran varones y dos, mujeres. La mitad se suicidó: tres varones y una mujer. Hubo un varón que murió asesinado y los restantes murieron por accidente (uno) o bien otro tipo de causas externas. Cuando esas cifras se analizan a nivel provincial se concluye que el 60,9 por ciento del total de las muertes adolescentes es por causas externas (en Olavarría fue, en ese período, del 42,10) y que el 80,1 por ciento de muertes por ese tipo de causales abarcan a varones (en esta ciudad fue del 75 por ciento). El año anterior, en todo el territorio provincial, hubo 619 muertes entre los 15 y 19 años por causas externas de las cuales: 140 fueron homicidios; 137, suicidios; 104, accidentes de tránsito; 148, otro tipo de accidentes; y 90, otras causas externas.

El Observatorio desgrana el informe según las distintas secciones electorales. Dentro de la Séptima, Azul tuvo en ese mismo año (2013) cinco muertes de jóvenes dentro de esa franja etaria: todos eran varones y todos perecieron por causas externas: dos, por accidentes de tránsito; dos se quitaron la vida; y uno figura como causa no determinada. El informe muta completamente cuando se aboca al resto de las ciudades de la Séptima, en la que durante el 2013 no se registraron otros homicidios ni suicidios. Y aquellos jóvenes entre los 15 y los 19 años muertos por causas externas fallecieron mayoritariamente en el contexto de accidentes viales.

Más allá de ese año, el Observatorio efectúa una proyección comparativa de las causales externas entre tres grandes grupos (homicidios, suicidios, accidentes de tránsito) según los datos que van desde 2008 a 2012 (ver gráfico). Allí se advierte claramente que hubo un crecimiento notorio en toda la provincia tanto en los suicidios (se pasó del 15,6 al 22,1 por ciento) como en los homicidios (subió del 18,1 al 22,6 por ciento). En tanto, los accidentes de tránsito (que tuvieron una particular alza en 2011) en ese lustro bajaron globalmente del 18,4 al 16,8 por ciento.

Nombres

La media de jóvenes sub 30 asesinados en la ciudad en los últimos años es de poco más de 19 años. Con el 46,66 por ciento que ni siquiera llega a esa edad y que oscila entre los 14 y los 19. Ese promedio abarca varios años y suma decenas de jóvenes. El gran problema arranca, sin embargo, cuando esas cifras se trasladan a historias. Cuando surgen los nombres. Cuando se desgranan los dolores y las angustias de quienes los rodeaban. En más de una ocasión se publicaron esos nombres en estas páginas que responden a estadísticas artesanalmente elaboradas porque no existe una sistematización institucional: Diego Gómez, 14; Matías Bravo, 15; Axel Soraiz, 15; Germán Esteban Navarro, 17; Renzo Sánchez, 17 años; Waldemar Siles Gumier, 17; Fabián Fernández, 17; Magalí Giangreco, 17; José María "Taca" Galván, 17; Esteban Damián Fredes, 17; Joaquín Nievas, 18; Leandro Pianciola, 18; Leandro Soraiz, 19; Lucas Ezequiel "Nary" Salvaresqui, 19; Roberto Lomelino, 20; Jessica Migliavaca, 20; Oscar Barrios, 20; Juan Carlos Vivas, 20; Jonathan Carrizo, 20; Matías Gallastegui, 20; Mauricio Pacheco, 21; Ever Heffner, 22; Héctor Martínez, 22; Marcos Acosta, 23; Fernando Fuccila, 23; Guido González, 23; Valeria Soledad Cazola, 23; Víctor Alejandro Luna, 25; Gustavo Galván, 25 años; Néstor Corbalán, 27; y Sergio Lizondo, 28. No se puede catalogar por edad a la travesti asesinada y quemada en la Terminal. No sólo no se sabe quién la asesinó sino, fundamentalmente, se desconoce quién fue, cuántos años tenía y cuál era su historia.

No están tampoco allí los nombres de quienes por historias quizás parecidas -tal vez no- a las de los anteriores jóvenes se quitaron la vida. Ni tampoco los de quienes murieron en accidentes absolutamente evitables (viales o de otro tipo).

Para muchos de ellos o para muchos de quienes pusieron fin a la vida de esos pares hay un punto en común que viene atravesando a las últimas generaciones de un modo profundo. Que está asociado a la ausencia de proyecto. A la imposibilidad de ver del otro lado del túnel una luz de esperanza que les permita asir la noción de futuro. Que no necesariamente se plasmará en el terreno de lo conciente. Pero que requerirá de conectar a través de un puente la historia pasada con la historia en tiempo presente. El proyecto -dice Jean Pierre Boutinet- permite "constituir" el entramado del propio trayecto. Aún más: "relacionar el proyecto con la historia personal es poner al sujeto en una situación de aprendizaje permanente, es forzarlo a extraer para el futuro lo mejor y más inédito de su historia". Y en esa constitución del proyecto, hay una construcción ineludible de la identidad.

¿Cuál fue el contexto y el trazado de la identidad de esa porción de jóvenes que quedaron entrampados en la noción de no futuro? ¿Qué lleva a ese destino oscuro y vulnerado en el que la muerte los atrapó definitivamente desde la bala asestada por otro en un juego de banditas, en una puja sin sentido, en una telaraña de consumos? ¿Qué lleva a ese destino oscuro y vulnerado en el que la autolesión fue la que derivó en el final ineludible?

Alguna vez y hace muchísimo tiempo en un debate absolutamente ajeno a estas temáticas -pero vale la utilización de la frase- un histórico militante peronista dijo (o quizás repitió, quién sabe) que "no sólo somos hijos de nuestros padres. También somos hijos de nuestro tiempo". Un tiempo que ha parido este presente en el que la noción desesperanzada de no futuro atraviesa llamativamente a una porción importante de esa generación.