Cacho Fernández

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"Es la economía, estúpido", le repetía permanentemente Bill Clinton a George Bush (padre) durante la campaña presidencial de 1992, y hoy más que nunca el problema argentino se centra en ese aspecto. Pero la economía en concurrencia con lo político, porque de lo que se trata es de recuperar la confianza.

El semestre terminó con una inflación llamativamente más elevada desde la salida de la Convertibilidad. Algunos datos son realmente significativos. La inflación acumulada en la primera mitad de 2014 se encuentra entre un 15% -según el Indec- y un 21% -de acuerdo con lo que dice el Congreso-. Estos aumentos son sólo superados por los de igual período de 2002 (31%), tras la maxidevaluación. Además, la inflación entre junio 2013 y junio 2014 ronda oficialmente en un 40 por ciento, lo que evidencia algo sumamente preocupante y es que el salario cayó en un 10 por ciento promedio en el mismo período.

Luego de la devaluación de enero, el Gobierno emprendió una política sumamente ortodoxa (liberal-monetarista) para reducir el consumo -lo que redujo la actividad económica- y absorber circulante mediante altas tasas bancarias con el fin de desacelerar la economía y bajar la inflación. Lo mismo intentó Raúl Alfonsín al final de su mandato y luego lo retomó Domingo Cavallo. Pero esa etapa de desaceleración inflacionaria estaría llegando a su fin porque la inflación habría tocado el piso.

Salarios en jaque

Pero la situación, más allá del relativo alivio que le podría traer el acuerdo con China por unos 18.000 millones de dólares, es más preocupante. Además, no se conoce el alcance de los convenios y si algunos de ellos lo coloca al país en una relación de dependencia.

Algo para tener en cuenta. Esta semana, el economista Marco Lavagna alertaba que los problemas centrales en la Argentina son la inflación y la caída del empleo, y consecuentemente relativizaba el tema de los fondos buitre. Además decía que en alimentos y bebidas, (lo que consume todo el mundo) la inflación podría rondar el 48 por ciento. Tengamos en cuenta estos datos para dimensionar lo que sigue.

En primer lugar, la inflación ya se comió la devaluación de enero que se hizo para reducir los costos de producción. Los costos son la concurrencia de insumos, materia prima y mano de obra. En años anteriores -y aquí está el logro de Néstor Kirchner- esta última variable, los salarios, tenían una alta representación en la estructura de costos, es decir, los trabajadores participaban mucho más en la distribución del ingreso. Pero la inflación (que "es una fábrica de pobres", según Lavagna) fue corroyendo los sueldos y, sumado a la inflación y a la devaluación, fue modificando la participación de cada variable en la estructura de costos en detrimento de los salarios que fueron perdiendo progresivamente su poder adquisitivo. Los alimentos aumentaron casi un 50 por ciento más y los salarios apenas un 30 por ciento promedio. Es decir, un trabajador podrá comprar casi un 20 por ciento menos de alimentos para su familia. Es decir, aumentó todo mucho más que los salarios, y eso es muy grave socialmente. En una palabra, a los trabajadores les bajan relativamente sus salarios y encima les suben los precios de lo que consumen.

¿Quienes se quedaron con ese porcentaje? Es muy simple, los proveedores de energía y materia prima. Gran parte se trasladó a empresas que son formadores de precios y que terminan sacando réditos de la falta de capacidad oficial para combatir la inflación.

Subsidios, ajuste y ganancias

Existen algunas distorsiones más. El gasto público subió un 41 por ciento más producto de la importación de energía. El Gobierno la venía subsidiando, pero de una manera escasamente racional y justa. Y tanto es así que los bingos tenían subsidiado sus consumos energéticos. Entonces, además de chupar plata del mercado, le sacan al Estado que también se nutre del aporte de todos por la presión tributaria con el IVA a la cabeza, que a su vez lo paga todo el mundo, pobres, ricos y marginales. Los bingos y las grandes empresas también sacaban tajada de esta distorsión.

Un día, el Gobierno dijo "basta" y decidió quitar los subsidios, así, de un día para otro y sin anestesia, y le trasladó todo el costo a la gente. Lo que era un problema fiscal, hoy es socialmente muy grave por las facturas de gas que están llegando y las de luz y agua que vendrán. Por lo tanto, los trabajadores no sólo perdieron poder adquisitivo por la inflación y devaluación, sino que además ahora se deben hacer cargo de un criminal ajuste vía facturas de energía. Aparte, o centralmente, está la retención de Ganancias en los salarios, algo tan injusto como inaceptable. Y tanto es así que un ultraoficialista como Hugo Yasky se dio cuenta de que debe hacer algo en contra de esa retención. "Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes", planteaba Perón. Bueno, el titular de la CTA oficialista tiene miedo de ser la segunda opción de esta disyuntiva.

La desaceleración económica trajo aparejada hasta cierres de fábricas y consecuentes pérdidas de fuentes de trabajo, tal como pasó en Azul, y que devino en una brutal represión en contra de los operarios despedidos que reclamaban por la reapertura de sus fuentes de trabajo.

Moviendo las piezas

Dos frases para tener en cuenta. Una la dijo el diputado provincial kirchnerista, César Valicenti, en el marco de declaraciones hechas sobre su proyecto de ley referido a las fábricas recuperadas: "Se expropian y son muy raras las veces que la Provincia paga la expropiación". El problema es que existe un grupo de obreros que no se incorporó al nuevo formato de cooperativa que adquirió la ex Peña Dura, que tienen esperanzas de poder cobrar una indemnización. Es que si la Provincia no paga, "se está ayudando a dieciséis cooperativistas y perjudicando a catorce que quedaron afuera", simplificó un dirigente peronista.

En la misma nota, Valicenti destacó a la ex diputada provincial Alicia Tabarés, quien "encabezó esto de la recuperación de empresas". Como la interna K está muy sensible, algunos creyeron ver esto un gesto de acercamiento del diputado camporista. No debe olvidarse que Valicenti debe renovar su banca y toda relación política viene bien máxime cuando en la vereda de enfrente está Miguel Santellán, quien seguramente peleará por un lugar en Diputados. O tal vez lo de Valicenti sea un reconocimiento para Tabarés porque objetivamente fue ella la que se movió.

De todos modos, y como disparador de algunas movidas políticas, tampoco habría que omitir la reciente batalla que Santellán le ganó a Tabarés por los cargos en Educación. Son escarceos muy menores en el escenario político seccional, pero no dejan de ser generadores de odios y rencores, emociones que muchas veces son las que hacen mover las piezas de determinada manera. Pero tampoco debe olvidarse que Valicenti fue uno de los que bocharon a Tabarés cuando pretendía ser consejera en Educación.

La otra frase fue la de un dirigente eseverrista para desmentir otro significado que el formal en la presencia de José Eseverri durante la inauguración de la Capilla del Bicentenario en el barrio Educadores. "Fue sólo un encuentro institucional", insistió esta fuente. Pero nadie descarta que la ex diputada lo haya invitado por algo más que una cuestión protocolar.